La maldición de El Cantal
El Rincón de la Victoria es un pueblo vecino a Málaga que podía haber tenido mejor suerte. Al este de la capital, se extiende desde los primeros montes de la Axarquía hasta el mar. Tuvo que ser siempre un lugar privilegiado: sus cuevas ya fueron frecuentadas por el hombre de Neanderthal. Pero desde el Paleolítico Medio hasta nuestros días las cosas han ido a peor, para qué les voy a engañar. En Rincón, al pie de la playa, se levanta una inmensa cementera que es el asombro de todos los que transitan la autovía que conduce de Málaga a Nerja. Estas cosas ya no se ven ni en Turquía.
El Rincón no es un pueblo con buena suerte. Fíjense cómo será su alcalde que hasta ha sido expulsado del PP -un partido que no le hace ascos ni a los gilistas ni a personajes tan extra-duros como el alcalde de Torremolinos- y no lo ha querido para sí ni el PA, que ya es decir. Pero, a pesar de todo, José María Gómez, que así se llama el alcalde, sigue gobernando con el solo apoyo de otros cinco concejales y con la oposición de quince.
Cuestiones de táctica electoral hacen que la oposición no llegue a desbancarlo. Y eso que hay una razón bien poderosa y urgente: toda la oposición está de acuerdo en que no se construya el medio millar de apartamentos que está previsto levantar junto a los yacimientos arqueológicos de El Cantal, un proyecto que cuenta, vaya por dios, con todas las bendiciones de la Junta de Andalucía.
Si nadie lo remedia, los treinta edificios previstos se situarán sobre una zona en la que hay importantes yacimientos y pinturas rupestres, sin que aún se conozca del todo lo que encierran. Un informe de la Diputación Provincial de Málaga decía en 1984 -eran otros tiempos- que, además de las cuevas conocidas, hay otras treinta cavidades, ocho terrazas y catorce posibles bocas de entrada 'de interés arqueológico excepcional'.
'Se han detectado', añade, 'materiales que le dan una cronología al complejo que va desde el Bronce hasta el Musteriense'. Pues bien, todo eso quedará bajo el hormigón y nunca podremos conocer su contenido. Eso sí, la constructora levantará un parque arqueológico en las zonas verdes que dará entrada a los yacimientos. La arqueología convertida en mercadotecnia al servicio de la depredadora industria inmobiliaria. ¿Quién da más?
Desde hace años, vecinos de El Rincón vienen luchando por la paralización del proyecto y cada día tienen menos esperanzas. Es increíble que en lugar de financiar la búsqueda y estudio de nuevos yacimientos -que enriquecerían, sin duda, nuestro patrimonio, aunque tengan la desventaja política de resultar poco fotogénicos-, la Junta haya aprobado una urbanización que hipoteca el futuro del lugar.
Ante la inacción de la Junta, la única salida sería que la oposición municipal de El Rincón cese en sus rencillas, se ponga de acuerdo en quién sustituirá al actual alcalde, que gobierna en minoría, y se prohíban las obras después de llegar a un acuerdo para compensar a la constructora. Pero las elecciones municipales están cerca y el regate corto, la táctica, se impone al respeto hacia una historia que comenzó tras las últimas glaciaciones.
Así nos va.
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