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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El viaje de una liberación

El personaje central de esta novela, un intelectual heptagenario, profesor y comentarista cultural en prensa y televisión, conoce en 1992 a una muchacha de origen cubano, casi cuarenta años menor que él. La voz que cuenta la historia, el narrador, es él mismo y habla desde el año 2000, ocho después de aquel encuentro. Habla y se dirige a alguien. Primera cuestión: ¿a quién?

El texto es una confesión, una confesión a calzón quitado. A lo largo de ella vamos a recorrer en detalle -en minucioso detalle- su relación íntima. El profesor responde a lo que él mismo dice de su primera época: 'Hasta hace unos años había una manera preconcebida de ser viejo y otra de ser joven. Ya no prevalece'. Aquel profesor predispuesto a ser un joven americano preconcebido de los cincuenta se encuentra en los sesenta con el movimiento hippy y de liberación sexual. Aquel marido y padre que ligaba a escondidas rompe con su familia y coge el tren en marcha: lo que hacía a escondidas lo hará abiertamente y sin comprometerse con lazo institucional alguno. Así es como empieza una larga trayectoria de seducción constante de alumnas. Sólo una culpa pesa sobre él aunque la disimule: a su hijo, hoy un hombre formal de cuarenta y pico años, lo abandonó para irse a vivir esa vida libre; hoy lo detesta porque le recuerda su imagen anterior a los sesenta y porque lo ve metido en su primera aventura extramatrimonial a la manera antigua, como él hubo de hacerlo hasta que se liberó. Segunda cuestión: ¿se liberó?

EL ANIMAL MORIBUNDO

Philip Roth. Traducción de Jordi Fibla Alfaguara. Madrid, 2002 176 páginas. 17,50 euros

El viejo profesor teoriza de continuo sobre su libertad y lo hace con lucidez, ciertamente. Él observa su decadencia, que reconoce, pero se observa y, al observarse, fija la distancia que le permite analizarse. Ése es el modus operandi de la novela. Respecto a la bella muchacha, percibe con claridad la razón por la que la atrae en un principio: 'Yo, la autoridad estética, había declarado que ella era una obra de arte', lo cual le produce a ella satisfacción y seguridad porque era esa joven alumna que 'da al arte, a todo arte, mucho más de lo que ella recibe a cambio, una especie de seriedad que no carece de un atractivo conmovedor'. Éste es el enganche, muy bien visto. Y a partir de ahí...

A partir de ahí, la novela sube

y baja. Hay una larga sección destinada a describir sin omitir nada sus encuentros sexuales. En esa sexualidad descrita empiezan a entrar dos demonios que son dos cabezas de un solo cuerpo: los celos y la posesividad. El profesor los reconoce, pero también los sufre. Y en ese mismo bloque encontraremos numerosas consideraciones sobre la libertad sexual de los sesenta y sobre su propia idea del ejercicio de esa libertad: 'Cuando jodes te vengas de una manera completa de todo lo que te desagrada en la vida'; eso sucede en un mundo donde reconoce que 'la única obsesión que todo el mundo desea: (es) amor'. Obsérvese la pequeña diferencia con la famosa frase de Los Beatles. Pero, a su vez, ahora (a sus 70 años) 'notas lo dolorosamente viejo que eres, pero de una manera nueva'. Lo malo es que todo este popurrí está trufado, como digo, de escenas eróticas que recuerdan al pelmazo de Henry Miller.

Y ése es el problema: que el realismo casa mal con la intimidad amorosa, porque no sabe pasar de mostrar un catálogo de actitudes debido a su exigencia de explicitud. Por más que la reflexión dé respiro a esas escenas, por más que la confesión del narrador trate de encauzarlas, acaban pareciendo una soflama. Lo que pretende ser un acto de descarnada sinceridad, se convierte a menudo en una penosa enumeración sin fuerza narrativa. No está el error en la concepción -la novela está magníficamente concebida-, sino en la escritura. Lo que Roth contó maravillosamente desde fuera en su trilogía anterior (la mirada externa) trata de contarlo desde dentro (la confesión del narrador) sin cambiar de registro.

Pero, ojo, que un gran escritor lo es en cualquier caso. Cuando llegamos a la muerte de su amigo, o cuando se pone a la luz la relación con el hijo, la novela se levanta con una fuerza dramática a la altura de lo mejor de su autor. El patético exhibicionismo del padre frente a la patética dependencia del hijo está entre lo mejor de su literatura. Y, de nuevo porque la intimidad es incontable, la recuperación de aquella muchacha ocho años después, muy bien planeada por Roth, no alcanza a cumplir con sus intenciones, no transmite todo lo que lleva dentro aunque soporta con toda dignidad el drama que contiene. Finalmente, la libertad de ese profesor encuentra su frontera: la vida está llena de compromisos, la liberación está en elegir y toda elección es el origen de un conflicto vital. En cuanto a con quién habla el narrador, al final se cierra la confesión (a no ser que yo haya leído mal): habla consigo mismo; y justo ahí, en cómo lo deja en esa última página, se revela de nuevo su formidable instinto de novelista, pues es ese final el que lo suspende todo en el ánimo y en la mente del lector.

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