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La japonesa Mineko Iwasaki escribe 'la verdad' de las 'geishas'

En 1992, Mineko Iwasaki (una importante geisha del distrito de Gion Kobu, en Kioto), aceptó ser entrevistada por Arthur Golden. Iwasaki sólo puso una condición: que no se revelara, con el fin de proteger a su familia, su nombre. Golden imcumplió su promesa y Mineko Iwasaki, primero, le demandó y, luego, escribió un libro con 'la verdad' sobre las geishas. En Vida de una geisha. La verdadera historia (Ediciones B), Iwasaki escribe: 'Existe un gran misterio acerca de lo que significa ser una geisha o, en mi caso, una geiko, y no son pocos los equívocos que suscita nuestra profesión'.

'No puedo hablar del libro de Golden porque los abogados recomiendan que no lo haga hasta que salga el juicio', precisó Iwasaki el lunes en Madrid, en declaraciones a la agencia Efe. Iwasaki narra en su libro cómo abandonó la vida de geisha a los 29 años (se inició a los cinco) tras alcanzar mucho éxito y fama. 'Me sentía asfixiada por no poder modernizar y actualizar las rígidas tradiciones', dice.

Mineko Iwasaki, que ha escrito el libro en colaboración con la autora y traductora estadounidense Rande Brown, explica que en Japón existen unos distritos especiales llamados karyukai, término que significa 'el mundo de la flor y el sauce', que están dedicados al disfrute de los placeres estéticos. En estas comunidades viven y trabajan las geishas. 'Toda geisha es una esencia hermosa, como una flor; y elegante, flexible y fuerte como un sauce', dice Iwasaki en el libro.

'Sé que el desconocimiento y la confusión sobre la geisha no llega sólo a Occidente, sino a mi propio país', afirma la autora de Vida de una geisha. 'En Japón existían dos distritos, el del placer y el de la flor y el sauce, donde vivíamos las geishas. En el del placer, las mujeres se dedicaban a la prostitución, pero desde 1873 se las liberó del sexo. De ahí la confusión. Nosotras no teníamos necesidad de ganar dinero con el sexo'. El trabajo de las geishas consistía en amenizar a los comensales de un banquete, hombres y mujeres, con música, danza, recitación y la ceremonia del té o del sake. 'Venía lo más selecto, a relajarse y divertirse'. Con respecto al futuro de esta profesión, Iwasaki no se pronuncia. 'En mi distrito existían 700 geishas y ahora sólo hay cien, y aunque creo que esta cifra puede subir, pienso que en Japón no quedan tantos individuos ricos, con tiempo libre y medios necesarios para mantener el mundo de la flor y el sauce'.

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