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XXII EDICIÓN DE LOS PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS

El príncipe Felipe pide que los premios sean la voz de los abandonados

Han transcurrido ya muchos años desde que comenzamos a celebrar este solemne acto, y es una gran alegría ver cómo nuestros Premios refuerzan su andadura y son, cada vez más, una realidad cultural y social de primera magnitud.

Lo que fue al principio apenas un proyecto ilusionado y un reto lleno de dificultades es hoy una gran obra prestigiada y sólida, con creciente eco internacional y, por ello, abierta al mejor de los futuros.

El logro de estas conquistas, que bien sé que no ha sido fácil, hace verdadera la convicción del filósofo de que nuestras vidas cobran su sentido más profundo cuando nos esforzamos en hacer realidad nuestros sueños. [...]

Para revivir un año más todos estos sentimientos, regreso a Asturias con la emoción de quien regresa al hogar, a una tierra donde nunca faltan el afecto y el calor humanos. Los asturianos han sabido siempre abrirse a todos los mundos, dialogar, entregarse valerosamente a las causas más nobles. En circunstancias tan especiales como la que hoy nos convoca, se unen para acoger con sincera y noble hospitalidad a quienes vienen desde tantas partes de nuestra Europa y de otros continentes para disfrutar con nosotros de un día inolvidable. Asturias sabe lo mucho que aprecio y valoro esta generosa actitud hacia los Premios que llevan mi nombre. Otra vez esta querida ciudad de Oviedo será el foro en el que reflexionemos en voz alta sobre nuestras más vivas preocupaciones, muchas de ellas consecuencia directa de los cambios que convulsionan el mundo y lo transforman con incontenible fuerza.

'Su lucha fortalece nuestra fe en un mundo más justo y fraternal'
'La relación de los premiados es un estímulo para la creatividad'

Anhelamos que nuestros Premios sean la voz de quienes tantas veces no la tienen, la voz de los abandonados, la de los que sufren injusticia, la de los que defienden la libertad y son perseguidos por defenderla. Su lucha, que nunca dejará de ser nuestra lucha, fortalece nuestra fe en que es posible un mundo más justo y fraternal, libre del terror y de los fanatismos. No queremos renunciar a la esperanza, a seguir creyendo, como dice el precioso verso del inolvidable Borges, que 'cada aurora maquina maravillas'.

La relación de premiados de este año, al igual que en anteriores convocatorias, es de una extraordinaria relevancia. Expresa con nitidez la vocación más profunda de nuestros Premios de ser conciencia viva de nuestro tiempo, estímulo de creatividad y aliento de los más altos valores. Queremos que sirvan de ejemplo para toda la sociedad, especialmente para nuestra juventud, a la que nunca olvidamos. [...]

Los primeros pasos del siglo XXI nos han traído un mundo apasionante, testigo de vertiginosos cambios, imprevisible, lleno de incertidumbres y de riesgos, pero también de oportunidades. Vivimos conquistas insospechadas de la ciencia, actos sublimes de la creación artística y acciones heroicas de solidaridad que trascienden fronteras. Paralelamente, y con evidentes dimensiones globales, se alzan la pobreza, el hambre y la emigración masiva e incontrolada, así como la ignorancia, el fanatismo y el terror, en formas nuevas, diversas y destructoras. Unos problemas a los que se enfrenta la humanidad y cuya solución constituye uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo.

Sin embargo, como siempre ha sucedido, las puertas de la esperanza siguen abiertas, porque la historia nos enseña que todas las tragedias y fracasos, todas las dificultades, por extraordinarias que sean, no han impedido que la humanidad siga avanzando hacia un mundo mejor. Un mundo nuevo que inevitablemente tendrá que ser regido por una ética global que, respetando la diversidad de culturas, una a todos los pueblos en torno a valores universalmente compartidos que permitan una convivencia en paz y libertad.

A lo largo de este discurso he utilizado varias veces una de las más hermosas palabras que ha acuñado nuestro idioma, la palabra esperanza. Quiero ahora invocarla de nuevo al agradecer a nuestros premiados su presencia en este acto, pues con su vida y su obra nos hacen sentirla desde lo más hondo. Ellos, también, simbolizan el anhelo de concordia, de cooperación y de solidaridad que está presente en nuestros Premios, no solamente porque algunos de ellos llevan estos mismos nombres, sino, además, porque el deporte, las artes, la investigación científica, la literatura o las ciencias sociales son actividades nacidas de la necesidad de comunicarnos y entendernos con nuestros semejantes, de compartir sentimientos, experiencias y proyectos. Son, en definitiva, actividades nacidas para unir y no para separar. De la unión, de la cooperación, han surgido las grandes empresas humanas. Una unión que no significa uniformidad, sino fértil suma de variedades, armonía de esfuerzos diferentes, de ideas distintas que conviven, se amalgaman y se enriquecen mutuamente.

Si en cualquier lugar del mundo, si desde algún pueblo perdido en las montañas de un remoto país, un solo niño, una sola niña ve esta ceremonia y siente el deseo de llegar a ser algún día tan generoso, tan brillante, tan sabio como los que nos honran al recibir nuestros galardones, nuestro esfuerzo y nuestra dedicación se habrán llenado de significado. Podremos entonces afirmar que ésta ha sido, sin duda, una hermosa tarde, una tarde llena de esperanza.

Extracto del discurso del príncipe Felipe, que clausuró la ceremonia.

El príncipe Felipe, ayer, durante la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias.
El príncipe Felipe, ayer, durante la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias.GORKA LEJARCEGI
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