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Columna
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Sabios desconfiados

Emilio Ontiveros

Es cierto que el principal motor de la eurozona está gripado. Las previsiones económicas conjuntas de los seis principales institutos económicos alemanes dejan constancia de ello, como ya lo hicieran otras instituciones. La reunificación ha resultado de digestión mucho más lenta y pesada de lo que se había previsto, lastrando seriamente las posibilidades de liderazgo de esa economía y su carácter ejemplar para el resto de los vecinos. El magro crecimiento de este año, en el entorno del 0,4%, va a coexistir con un déficit público que los institutos estiman por encima del límite del 3% del Tratado de Maastricht. Sólo las exportaciones y el gasto público evitarán que la economía no entre en una recesión sin paliativos. La inflación no llegará al 1,5%.

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La economía alemana se estancará este año con un crecimiento de sólo el 0,4%

El cuadro de previsiones que se avanza para el año próximo mejora significativamente, dada la base de partida, pero en modo alguno son expresivas de aproximación a su potencial de crecimiento: la expansión del PIB se cifra en el 1,4%, aunque alguno de esos institutos se desmarca del promedio al anticipar una larga fase de estancamiento, incapaz de generar crecimientos que lleguen al 1%. La razón de esta previsión más pesimista no es otra que los efectos de la orientación fiscal más restrictiva anticipada por el nuevo Gobierno.

Es en este contexto en el que las recomendaciones de los sabios, consistentes en situar el énfasis de las políticas económicas en la consolidación fiscal, mediante una reducción del gasto, pueden no ser del todo conciliables con el más genérico propósito de 'mejora de las condiciones para el crecimiento y el empleo'. Los institutos reclaman al Gobierno, además, que especifique con suficiente grado de detalle cuáles serán los programas de gasto donde se concretarán sus pretensiones de consolidación fiscal: qué beneficios y subsidios serán recortados o eliminados. Por supuesto, esa misma ortodoxia rechaza la elevación de impuestos y de aportaciones a la Seguridad Social apuntarían, según ellos, en la dirección errónea.

El lector podría confiar, a partir de este punto, que esos sabios pasarían a reclamar una política monetaria más laxa, equivalente, podríamos suponer, a la que estaría aplicando el Bundesbank si mantuviera las competencias que hoy tiene el BCE. Pero no; los tipos de interés se mantendrán en el nivel actual (considerado propio de una orientación expansiva), para iniciar su repunte a finales del proximo año.

Las dosis de pesimismo y desconfianza de nuestros sabios se extienden a las propuestas de la reforma más emblemática de la coalición: la del mercado de trabajo que lleva a cabo la Comisión Hartz, que apenas abordará superficialmente las verdaderas necesidades de reforma, sin conseguir la eficiencia prometida. Con propósitos y ánimos tales, no es de extrañar que los analistas más escépticos, lejos de confiar en la renovación de los impulsos expansivos de la principal economía de la eurozona, se apresten a protegerse de alguna de sus implicaciones, si se acaban siguiendo las enseñanzas de esos seis sabios.

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