La gota holandesa
Lo que menos necesitaba la UE, ante la sobrecargada agenda de su ampliación a 10 nuevos Estados, era una crisis política en uno de sus países miembros. La caída del más breve Gobierno holandés -menos de tres meses de vida- puede complicar la escena comunitaria, y no sólo porque un dividido Parlamento debata mañana sobre la posición de los Países Bajos ante la ampliación de la Unión Europea, salvado el escollo del referéndum irlandés. Holanda no estará en condiciones de hablar con voz autorizada al menos hasta finales de enero, una vez se hayan celebrado nuevas elecciones.
Lo más positivo de las peleas entre los ministros de la Lista Pim Fortuyn, que han provocado la caída del Gobierno derechista en el que entraron junto a democristianos y liberales, es que esta especie de partido populista construido en torno a un solo hombre y la idea de cerrar las puertas a la inmigración perderá casi todo su peso en la vida política del país. La Lista Fortuyn obtuvo 25 de 160 escaños en las elecciones anticipadas de mayo, y fue la segunda más votada, al capitalizar la ola de simpatía provocada por el asesinato de su líder días ante de los comicios. Los sondeos le auguran 3 o 4 escaños en enero, pero entre las semillas que ha conseguido plantar están las restricciones a la inmigración y la exigencia de estrictas condiciones a los aspirantes a entrar en la UE.
Holanda quiere abaratar la Política Agrícola Común antes de abrir la Unión a nuevos miembros. Ésa ha sido hasta ahora la posición oficial del Gobierno tripartito dimitido, crítica en general con la ampliación a otros diez Estados. El primer ministro en funciones, sin embargo, ya ha sugerido abiertamente que en la situación actual no utilizará el derecho de veto. Jan Peter Balkenende estima razonablemente que la posición de su país podría verse suplementariamente dañada.
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