La cenicienta del Partido Popular
Piqué 'hereda' la organización del PP más precaria y con menos implantación social de toda España
En la clausura del décimo congreso del Partido Popular de Cataluña, el presidente del Gobierno y del partido, José María Aznar, lanzó a su nuevo líder en Cataluña, Josep Piqué, a conquistar el espacio electoral del pujolismo y a escribir nada menos que el libro de la Cataluña de los próximos 25 años. El ministro dijo que aceptaba el reto e incluso se mostró convencido de que el PP puede llegar a ser el primer partido de Cataluña. Pero descontando el relevo en la presidencia, en el congreso no hubo más cambios significativos: a medio año de las municipales y a sólo uno de las autonómicas, el PP catalán fía su suerte exclusivamente en Piqué para dejar de ser un partido perdedor en Cataluña y la auténtica cenicienta del partido.
La fuerza municipal del PP en Cataluña es menor que en Euskadi, pese al miedo a ETA
No obstante, el ministro afronta uno de sus retos más complicados. Antes que él otros 11 líderes lo han intentado y ninguno de ellos ha logrado resolver el problema catalán del PP. Doce años después de hacerse con el control del PP y seis después de llegar el Gobierno, la principal asignatura pendiente de Aznar sigue siendo Cataluña. Y en 2002, las diferencias entre el PP catalán y el de las demás comunidades de España son más grandes que nunca.
En 1984, la diferencia entre el apoyo recabado por el PP en las autonómicas catalanas y su media en las comunidades de régimen común era de 26 puntos: en Cataluña cosechó el 7,6% de los sufragios y en el resto de España -excluidas las llamadas nacionalidades históricas-, una media del 33,2%. Ya entonces se había producido en Cataluña el trasvase de votos de la moribunda Unión de Centro Democrático (UCD) hacia Convergència i Unió (CiU) -una de las causas que a menudo se esgrime para explicar el retraso del PP en Cataluña-, pero la diferencia es hoy muy superior: de 35 puntos. En 1999, el PP cosechó el 9,5% de los votos, cuando la media del partido en el resto de España fue del 44,6%.
Además, si en los primeros años de la democracia Cataluña compartía el agujero negro del PP con el País Vasco, hoy se ha quedado en solitario como farollillo rojo: es la única comunidad en la que no es alternativa de Gobierno. El PP crece de forma ininterrumpida en las autonómicas de Euskadi desde 1986 y ha pasado del 4,8% al 22,% de los votos. En Cataluña, la evolución es zigzagueante y en 12 años ha ganado sólo el 3,6%.
Otra diferencia importante con el País Vasco es la escasísima fidelidad del voto: mientras que ésta es la única comunidad de España en que en las últimas autonómicas el PP recibió más votos que en las generales, Cataluña es el ejemplo opuesto: en las autonómicas el PP sólo obtuvo el 38,6% de votos que en las generales. En ninguna comunidad de España, salvo Cataluña, el PP tiene un porcentaje de fidelidad inferior al 64%. Esto significa que los conservadores tienen espacio para crecer, pero también que el partido en Cataluña genera desconfianza, como mínimo hasta ahora.
Las diferencias con los socialistas, el gran rival del PP en toda España, son especialmente agudas en Cataluña. En la mayoría de parlamentos autónomos el PP tiene más escaños que los socialistas -en Galicia les supera en 24 diputados- y sólo ocurre el caso inverso en seis comunidades. Pero sólo en Cataluña la diferencia es abismal: los socialistas aventajan al PP en 38 escaños.
La organización interna que hereda Piqué es también de las más precarias de España. Las cifras oficiales de militantes convierten a Cataluña en la segunda comunidad con menos penetración social, después de Euskadi, donde el terrorismo convierte la militancia casi en un acto heroico. El PP afirma que tiene en Cataluña 28.000 militantes, lo cual supone que poseen el carnet del partido 4,5 personas por cada 1.000 habitantes, muy lejos de los 33 de Galicia, los 27 de Murcia y los 26 de Extremadura. La media española es de 15,8.
Una de las consecuencias de esta débil implantación es el nulo poder municipal del PP en Cataluña, donde en las elecciones de 1999 no consiguió la alcaldía de ninguna ciudad importante: el número de catalanes que tienen un alcalde del partido que gobierna en España se reduce a 12.000. Sólo el 5,2% de los concejales catalanes fueron elegidos en una lista del PP, una cifra que queda por debajo incluso del País Vasco, donde los concejales necesitan escolta. En las comunidades de Castilla y León, La Rioja y Galicia, el porcentaje de concejales del PP supera el 56% del total.
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