'Formo parte del mobiliario del Café Gijón'
Llegó a Madrid en 1950 desde Cartagena. Tenía 23 años y enseguida cayó en el Café Gijón, donde instaló el salón de operaciones de su bohemia radical, a prueba de dictaduras y hambres. Su amigo Fernando Fernán-Gómez dice que 'es un bohemio equivocado, que vive la bohemia cuando la bohemia ya no existe'. Pero a base de recitar feroces poemas políticos en los bares ('no los escribía para no ir a la cárcel'), Perico Beltrán se fue labrando fama de escritor y convirtiéndose en leyenda de la farándula y los noctívagos, y pronto llegó al cine como guionista de una película mítica, El extraño viaje de Fernán-Gómez. Ahora, Beltrán vuelve del olvido porque una quincena de actores (Juan Diego, Agustín González, Gabino Diego, Elena Anaya, Imanol Arias, Juan Echanove...) han puesto voz a una antología de sus poemas -los no políticos- en el libro-disco Burro de noria (Martínez Roca).
Pregunta. ¿De cuándo son estos poemas?
Respuesta. De toda la vida. Unos del año 55 y otros de éste. Puedo ponerme pedante, ¿no? Pues entonces diré que son una catarsis, un exorcismo contra las situaciones que podían conmigo. Pero no con el ánimo de publicar. Son poemas para decírselos a los amigos, como les decía un cante de madrugada. Publicarlos me parecía una broma, pero ahora sólo me queda la salida de decir que lo importante es el disco. Y que firmé el contrato en un bar.
P. Aún le gustan los bares.
R. Me he pasado media vida en los bares. El hogar de los solitarios son los bares. Yo formo parte del mobiliario del Café Gijón, era mediopensionista: sólo salía para dormir. Muchas noches no tenía dónde dormir, y cuando los amigos se iban a casa creía que estaba encerrado en las calles, que ellos salían al entrar en casa y que yo no podía salir. En cierto modo, Fernán-Gómez tiene razón en lo de mi bohemia equivocada. En esta época es un suicidio, como ir en diligencia por una autopista.
P. Cuentan sus amigos una anécdota suya en el Gijón...
P. Sí, un día, comiendo paella, me encontré una cucaracha en el plato. La puse en la servilleta blanca, me acerqué al dueño y le dije: ¿Sería tan amable de cambiarme esto por una cigala? Se armó una...
P. ¿Quién le llevó al Gijón?
R. Modesto Higueras, un día que estábamos haciendo Los intereses creados en la radio. Entré asustado. Cela, Guillermo Marín, Fernán-Gómez... Todos sabios, parecía Atenas. Enseguida vi que, por el módico precio de un café, tenías un profesorado espléndido. Así que me concedí una beca de hambre para enterarme de la vida. Los domingos se entraba gratis al Prado y echaba el día. A Goya no lo conocía, lo saludaba. Iba a la Hemeroteca, a la Biblioteca... Mi cultura, si la tengo, no es vocacional, sino de refugio, de salir del atolladero. El único mérito es que no elegí el camino fácil de hacerme delincuente o político, sino el más duro, porque enfrentarte a un régimen sin tener qué comer es jodido.
P. ¿Le detuvieron mucho?
R. Sí, pero nunca me pegaron.
P. ¿Por vago y maleante?
R. No, por líos políticos. Era muy activo. Aunque no militaba, estaba cerca del PCE. Eso tenía la desventaja de que sin carné no te defendían igual. Un día me llevaron a comisaría por recitar poemas en un bar, y el policía no se lo explicaba. Pensaba que la poesía era una mariconada. Si llega a saber qué poemas recité...
P. ¿Cuáles?
R. Un soneto a las hijas de Carrero y La piel de toro, sobre Franco, su mujer, Sánchez Bella, Millán Astray, Carrero, los Borbones... Un día, Berlanga me llevó a su casa con Gonzalo de Borbón, la infanta de no sé qué y un pariente del marqués de Villaverde, que eran amigos de su mujer, y me hizo recitar todo el repertorio delante de ellos. Casi me detienen allí mismo. Berlanga y su suegro, que era republicano, no querían que fueran más a su casa.
P. ¿Y cómo no están esos poemas en el libro?
R. Es que este libro tiene otro talante. No encajan. Si quieres te digo uno. Lo cobro aparte. No, mejor no, que igual me meten en la cárcel. Tendría gracia.
P. No sería posible...
R. Pues no me extrañaría, la incultura se ha enseñoreado de una forma de este país... Mira, la poesía no derriba regímenes, pero ayuda, golpea. Y en este mundo blando hace mucha falta la poesía. Los jóvenes de hoy parecen jubilados ricos, señoritos viciosos. Muchos de estos chicos del PP son señoritos de la calle Serrano y además analfabetos... ¡Tiene huevos! ¡Usted iba a la Universidad en coche! ¡Usted no puede ser analfabeto, no sea usted cabrón! Está bien que no sean bondadosos, ni inteligentes, pero educados y cultos... Eso, por no hablar de las cosas que dice la Iglesia, venga a dar vueltas a lo de los curas americanos... ¡Son cojonudos! No anulan matrimonios, anulan ceremonias... Un matiz maquiavélico. ¡A ver cómo entienden eso en el casino de Tomelloso!
P. ¿Y cómo anda su pasión de toros y flamenco?
R. Es la época de los sucedáneos. El flamenco lo hacen sin guitarra, con contrabajos, violines y bongós. Eso no es flamenco. Igual es mejor, pero no es flamenco. ¿Y los toros? Ahora son toras. La labor alquimista de los ganaderos españoles puliendo los instintos naturales del toro bravo es un milagro. Así que el torero ya no necesita recursos, sale uno que se acuerda de cómo era el toreo antes y se arma la de Dios. Y ahí están, ahogándose en su monotonía de estadísticas de orejas y rabos. Las estadísticas, como todo lo que inventan los americanos, son falsas.
P. ¿Y el cine, qué?
R. Pues igual. Han echado al público. Dicen que es que son jóvenes, que están empezando. Pues mire usted: Berlanga lo primero que hizo solo fue Bienvenido, Mister Marshall; Azcona y Ferreri, El cochecito; Summers, Del rosa al amarillo... Las películas de ahora parecen documentales de polvos: 'Vea usted cómo folla este señor de Albacete'. Como cine científico está bien, pero... Sólo les falta operarse de fimosis delante de la cámara.
Babelia
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