La fuerza de las palabras
Recordaba Francisco Martínez Marina en su Teoría de las Cortes que siempre 'habían producido gran confusión en los escritos, en las controversias y aun en las conversaciones la ambigüedad y varia significación de las palabras, y la falta de precaución en no fijar las ideas representadas por ellas'. Testigo y actor de un tiempo particularmente pródigo en la gestación de nuevas palabras o en la atribución de nuevos significados a palabras antiguas, como fue el del tránsito del Estado absolutista al liberal, aquel historiador del constitucionalismo español lamentaba el equívoco de suponer que por ser idénticas 'las palabras en un siglo y otro, tuvieran la misma fuerza y significación en todas las edades y siglos'.
DICCIONARIO POLÍTICO Y SOCIAL DEL SIGLO XIX ESPAÑOL
Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes Alianza. Madrid, 2002 771 páginas. 40 euros
Se diría que los autores de este excelente diccionario se hubieran propuesto deshacer los equívocos a los que se refería Martínez Marina. Para lograrlo ha sido preciso fijar exactamente la fuerza de cada palabra en cada momento sin proyectar hacia el pasado la que adquirió en un tiempo posterior, ni considerarla como culminación de lo que hubiera significado en tiempos anteriores. Ni historia transcendental de los significados ni presentismo, o lo que es igual, ni desarrollo, evolución o progreso de los significados ni proyección hacia atrás de sus contenidos actuales. Sólo así es posible evitar los estragos que en tantos historiadores produce la tendencia a definir un tiempo como pre o proto de lo que todavía no ha llegado, y a éste como plenitud o cumplimiento de lo que se anunciaba en una época anterior. Poco tiene que ver el significado de la palabra nación en boca de un liberal como Agustín de Argüelles con la fuerza de esa palabra en un reaccionario como Sabino Arana, no porque una se haya dicho antes y otra después, sino porque se refieren a proyectos del todo diferentes.
El diccionario ha sorteado por igual las trampas del anacronismo y la teleología gracias a un notable trabajo de documentación en fuentes de la época: libros, periódicos, manifiestos, panfletos, y a una actitud de espíritu imprescindible en los que acometen este tipo de laboriosas pero fascinantes empresas: tener muy en cuenta el contexto en que cada palabra aparece, quiénes y con qué intención las usan y cuál es su valor en el lenguaje político y social de cada época. Han roturado así un terreno casi virgen entre nosotros aunque muy cultivado en otras tradiciones historiográficas, entre ellas, y situándose en su estela, la nueva historia del pensamiento político deudora del intencionalismo y del contextualismo lingüístico de Skinner y Pocock, y la historia de los conceptos propugnada en Alemania por Reinhart Koselleck.
Se echan de menos, con to-
do, algunas palabras que formaron parte del léxico decimonónico: no disponen de entrada propia voces como independencia, masa, pronunciamiento, provincialismo, que habrían necesitado alguna atención específica; de republicano o republicanismo sólo hay breves indicaciones dentro de la voz república. El índice analítico debía haber incluido subdivisiones en cada uno de los términos y es una pena, en fin, que habiendo mantenido la mayoría de estas ciento y pico de palabras su vigencia en el léxico político y social del siglo XX los autores hayan limitado sus pesquisas al XIX. Pero esta queja debe entenderse sólo como una invitación a que este trabajo, sólido y de grata lectura, que vale por toda una historia del siglo XIX, se prolongue en otro volumen que establezca con similar rigor la fuerza y significación de estas y otras palabras durante todo el siglo XX.
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