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Entrevista:

'Me gustan los perdedores felices'

Álex de la Iglesia estrena '800 balas', un 'western' que retoma su idea de la épica de lo ridículo

Elsa Fernández-Santos

La particular visión que Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) tiene del mundo y, por extensión, de sí mismo, se resume en el cartel que cuelga en la puerta de su nueva productora. En un folio plastificado se lee: 'Pánico Films Corporated. London. Tokyo. Brussells. Madrid. Alsassua'. El director de El día de la bestia estrena hoy 800 balas, su primera película como productor ('la gran diferencia es que aparece un nuevo personaje en el drama: el banco') y su sexta como director y como coguionista junto a Jorge Guerricaechevarría. 800 balas narra la historia de un veterano especialista de cine (Sancho Gracia) que sobrevive en un polvoriento poblado del oeste de Almería haciendo patéticos numeritos para turistas.

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Pregunta. Ésta es una película sobre gente que hace el ridículo y no le importa.

Respuesta. Es una idea que ya tenía en Muertos de risa. La idea de que el ridículo redime. Me refiero a la sinceridad, a ser sinceros y sacar una conclusión positiva de ello. Lo que más valoro de estos personajes es que están en una situación si se quiere ridícula, patética y miserable y, sin embargo, son felices. No quieren cambiar lo que hacen por nada. Son felices en ese pequeño reducto. Me gusta la gente que, a pesar de que no le va bien, le va bien. Me gustan los perdedores que son felices. Me emocionan.

P. La mezcla entre lo ridículo y lo épico parece ser una de las obsesiones de su cine.

R. Es que el único lugar que queda libre para la épica es contarla desde el punto de vista de un personaje que es todo menos épico. Es algo que ya estaba en El día de la bestia o en Muertos de risa. La idea de que las hazañas más grandes las acomentan los personajes más desarraigados. Eso me resulta maravilloso y, además, creo que es la única manera de que el público entre hoy en una historia. Ahora nadie disfrutaría con una película en la que un tipo heroico, o sea un triunfador que trabaja en Arthur Andersen, además de eso salve a la chica y sea feliz. Eso sería absurdo. Lo divertido es que una persona que tiene todas las de perder consiga salvar su vida y su dignidad. Hoy los únicos personajes que me parecen dignos son los derrotados, los perdedores.

P. Y ésta es una película de perdedores totales.

R. Pero cuidado, esta película no es un canto a los perdedores porque ellos se sienten ganadores porque hacen lo que quieren. Y a mí también me lo parecen, porque hoy el gran logro social es hacer lo que uno realmente quiere sin miedo a parecer ridículo.

P. Ha elegido el punto de vista de un niño cuando asegura que odia las películas con niño.

R. Eso era un handicap que he salvado intentando no ser ñoño, colocando al niño en una situación molesta. Pero la historia la cuenta el niño porque es la manera de encontrarse con el mito. Es como la llegada de Jim Hawkins a la isla del Tesoro. Es la historia en la que un chaval descubre lo mejor de la vida: la diversión. Y todo lo descubre a través de ese personaje que es Juan Torralba, que es ambiguo como John Silver. Es un pirata. Un tipo que se divierte pegando tiros. Un fanfarrón.

P. A sus personajes les cuesta discernir entre ficción y realidad.

R. A mí también me cuesta diferenciar entre ficción y realidad. Es mi problema y el de los personajes. Ellos descubren que para ser feliz hay que huir de la realidad y refugiarse en un mundo imaginario y cerrado, que es el poblado del Oeste. Lo que ocurre es que la felicidad que se consigue rechazando la realidad tiene un precio. Ése el drama de Julián.

P. ¿Es verdad que intentó que Clint Eastwood apareciera en el final de la película?

R. Sí. Incluso llegué a pedirle ayuda al presidente de la Warner Bros, pero me dijo que era más fácil traer a Clinton al rodaje que a Clint Eastwood.

P. ¿Qué es lo que más le gusta del western?

R. El western plantea problemas muy serios de la condición humana sin sonar solemne. El western es una manera de jugar a Shakespeare sin hacer Shakespeare. Una película del Oeste te permite hablar de la amistad, el amor o el odio sin que lo parezca.

P. No le gusta la gente que se toma en serio. Pero sus personajes se toman profundamente en serio.R. Es que la diferencia es muy importante. Para que la comedia tenga fuerza, los personajes tiene que vivir en una tragedia. Pero eso ya lo sabía Buster Keaton. Los personajes tiene que vivir el drama de la situación con toda su fuerza. Ahí surge la verdadera comedia, al verlo desde fuera. Es fundamental que todo sea muy serio. Si yo no me tomo en serio a mí mismo es por pura precaución. No me gusta la gente que parece que nos va a decir algo muy importante. Otra cosa es que lo diga. Yo, por supuesto, quiero decir cosas importantes.

Álex de la Iglesia, en el despacho de su productora, Pánico Films, junto a una horca que le han regalado recientemente unos amigos.
Álex de la Iglesia, en el despacho de su productora, Pánico Films, junto a una horca que le han regalado recientemente unos amigos.MIGUEL GENER

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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