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Arthur Andersen, condenada por avalar las cuentas de Enron

Multa de 500.000 dólares y cinco años de vigilancia a la auditora

La sociedad auditora Arthur Andersen fue condenada ayer a cinco años de actividad vigilada y a pagar una multa de medio millón de dólares por obstruir a la justicia en el caso Enron. La sentencia fue dictada en el primer aniversario de la presentación de los resultados fraudulentos de Enron, avalados por Andersen, que provocaron el hundimiento de ambas compañías.

El escándalo en torno al grupo energético Enron provocó unas crisis de credibilidad en las corporaciones que ha marcado el año financiero de Estados Unidos. Rusty Hardin, el abogado de Andersen, anunció tras conocer la sentencia condenatoria que la auditora apelará el fallo.

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La juez Melinda Harmon impuso a Andersen la máxima pena posible para transmitir 'el mensaje de que no se tolera la obstrucción a la justicia'. Harmon señaló, además, que si Andersen quiere volver al campo de las auditorías deberá presentar un plan que sea aceptado por el juez. Andersen ha desaparecido prácticamente y el hecho de que durante los próximos cinco años no pueda tener roces con la justicia supone que debe colaborar abiertamente en las investigaciones en marcha.

El 16 de octubre del año pasado, Enron presentó su desastroso informe sobre los resultados del tercer trimestre, en los que iban incluidas pérdidas 'extraordinarias' por valor de 618 millones de dólares y el anuncio de realización de provisiones por otros 1.200 millones.

David Duncan, el responsable de Andersen para las auditorías de Enron, discrepó de la calificación de 'extraordinarias' adjudicada a las pérdidas. Duncan quería señalar en un comunicado que esa evaluación era 'engañosa', pero Nancy Temple, la abogada de Andersen, le indujo a prescindir de esa palabra y a dar el visto bueno, además de eliminar el nombre de ella del informe para evitar ser testigo si el caso acababa en los tribunales.

El descubrimiento de que aquellas pérdidas extraordinarias y no recurrentes derivaban de operaciones con sociedades creadas con el propósito de ocultarlas provocó una estampida de inversores y, en diciembre, la suspensión de pagos de Enron, la mayor de la historia de Estados Unidos en ese momento, con 35.000 millones de pasivo.

Andersen destruyó documentos para ocultar a los investigadores su papel en la crisis y el pasado mes de junio la sociedad fue declarada culpable por un jurado. La sentencia de ayer tiene carácter simbólico. La compañía recibió el tiro de gracia con el veredicto de culpabilidad. Nadie quiere tener su nombre asociado a Andersen. La sociedad ha desaparecido en el exterior y de los 28.000 empleados que llegó a tener en Estados Unidos, apenas quedan 2.000. Enron, mientras, ha quedado reducido a una firma de dudoso futuro que transporta gas y electricidad con una nómina de 14.000 empleados.

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