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"Sí, sí, Sadam. Es el orgullo de mi país"

Un referéndum con el 100% de participación confirma como presidente a Sadam Husein

Ángeles Espinosa

Amira y Taber hicieron coincidir su boda con el plebiscito de ayer en Irak. Los dos jóvenes acudieron a votar vestidos para la ceremonia ante el regocijo de los presentes, que los jalearon y agasajaron. Las autoridades iraquíes no esperaron al cierre de las urnas para celebrar el triunfo de Sadam Husein en el referéndum que le confirmó como presidente por otros siete años con un 100% de participación. Mientras algunos votaron con su propia sangre, los teléfonos de algunas zonas habían cambiado la señal de llamada por un 'Naam, naam, Sadam' ('sí, sí, Sadam'). 'Todo Irak canta: Sadam es el orgullo de mi país'.

Desde la apertura de los colegios electorales, a las ocho de la mañana (hora local en la España peninsular), convirtieron cada centro de votación en una fiesta de exaltación patriótica. 'Hoy, los iraquíes estamos enviando un mensaje muy claro a Estados Unidos y otros países: a Sadam, no a Bush', manifestó a EL PAÍS el diputado Mohamed K. al Atabi.

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'Nuestro presidente ha hecho frente con valentía a Estados Unidos', subrayó Al Atabi en un colegio electoral de su distrito, el barrio de Ciudad Sadam, uno de los más pobres de Bagdad. Allí se han ido asentando desde los años sesenta los emigrados de las zonas rurales, sobre todo del sur del país, hasta alcanzar sus cerca de dos millones de habitantes actuales.

Lugares como Ciudad Sadam, que las autoridades iraquíes hubieran evitado mostrar en el periodo desarrollista de los setenta y los ochenta, constituyen hoy el escaparate de las víctimas del embargo. Aún así, la dignidad impide a sus habitantes reconocer lo evidente. 'No tenemos problemas', responde Yasim Mohamed Yunes tras haber depositado su voto. Yunes, de 55 años, no puede trabajar a causa de una diabetes aguda. 'Recibo un sueldo del Gobierno', declara agradecido antes de admitir que le resulta insuficiente para mantener a sus nueve hijos.

Los votantes en la escuela Ramala son gente humilde que acude a votar con sus mejores galas: trajes árabes tradicionales en el caso de los hombres y abeyas negras o pañuelo y falda larga en el caso de las mujeres. Pero para llegar hasta allí hay que sortear charcos de aguas sucias y montones de basura sobre los que pastan algunas cabras. Los niños que agitan banderas iraquíes y retratos de Sadam llevan la ropa raída y los zapatos rotos.

Voto kurdo

Nada parecido al colegio Utba Ibn Hasuan, donde a primera hora de la mañana había depositado su voto el vicepresidente Izzat Ibrahim. El número dos del régimen iraquí (también acumula, entre otros, los cargos de vicesecretario general del Partido Baas y de vicecapitán general de las Fuerzas Armadas) llegó rodeado de forzudos guardaespaldas y fue recibido con el sacrificio ritual de un cordero. No fue la única sangre que se derramó ayer.

Baher Alaui Naji esperó a que llegara su turno. Se aproximó a la urna, pero en lugar de introducir la papeleta que llevaba en la mano, sacó una pequeña cuchilla, se hizo un corte en el dedo índice y marcó el sí con su propia sangre. Ninguno de los presentes se inmutó. Los alumnos coreaban 'con nuestra sangre te defenderemos, Sadam'. Y muchos iraquíes parecen dispuestos a demostrarlo.

A Jalil Sabri Abdalá nadie le obligó a venir a votar desde su Zajo natal. Zajo es una localidad del norte iraquí que tras la guerra del Golfo (1991) ha quedado fuera del control de Bagdad, en la zona gestionada por los movimientos nacionales kurdos.

Sabedor de que su convocatoria electoral no alcanzaba a ese territorio, el Gobierno iraquí decretó que los habitantes de las tres provincias afectadas (3,6 millones de iraquíes, en su mayoría kurdos) estaban autorizados a votar en cualquier mesa electoral del país.

Ni corto ni perezoso, Abdalá se plantó en Bagdad con su familia, en total 25 personas. 'Vine hace 10 días para votar y para celebrar el referéndum', proclama orgulloso al ser abordado por esta enviada en el colegio de secundaria de Ahdamiya, en el centro de la capital iraquí. Abdalá viste el traje nacional kurdo: zarigüeyas, chaleco ajustado y turbante. 'Kurdos y árabes somos un mismo pueblo', afirma tras asegurar que no ha tenido ningún problema para cruzar la frontera de hecho que se ha establecido entre el norte y el resto del país.

A Manal, la joven profesora de inglés que atiende a los visitantes, se le ilumina la cara. '¿Ve cómo tenemos libertad para votar?', subraya mientras continúa mostrando el proceso. Los votantes llegan provistos de una octavilla con sus datos registrales.

Falta de privacidad

Tras comprobar su nombre, reciben una sencilla papeleta en la que se les pregunta: '¿Está usted de acuerdo con que Sadam Husein sea presidente?'.

Hay un recuadro para el sí y otro para el no. 'Aquí están las cabinas para que cada uno pueda marcar su opción', muestra Manal sin reparar en que carecen de cortinas para garantizar la privacidad.

Tampoco hacen falta. Pocos las usan.100% de participación. Desde la apertura de los colegios electorales, a las ocho de la mañana (hora local), convirtieron cada centro de votación en una fiesta de exaltación patriótica.

Una mujer se extrae sangre en un colegio electoral de Bagdad para marcar con ella la casilla del <b></b><i>sí</i> en apoyo a Sadam Husein.
Una mujer se extrae sangre en un colegio electoral de Bagdad para marcar con ella la casilla del en apoyo a Sadam Husein.EPA

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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