Gobiernos retrasados
Los días 9 y 10 de octubre, en la ciudad de Barcelona y en el delta del Llobregat llovió. Llovió como en otros lugares del país y como lo hace de vez en cuando. Llovió con ganas durante bastante tiempo. Llovió tanto como en otras ocasiones. Es decir, hizo aquello que es propio de nuestro clima mediterráneo, ni más ni menos. Tuvimos una punta de lluvia dentro de la normalidad.
¿Y qué es lo que pasa cuando a un país se le pone al límite de lo que es normal? Pues depende. En los países avanzados, nada, porque ya lo tienen previsto. Justamente por esto, porque está dentro de la normalidad, es previsible. En cambio, en los países del Tercer Mundo, en los territorios que denominamos subdesarrollados, los resultados son desastrosos.
Dicho esto, me parecería temerario afirmar que no nos ha pasado nada, pero seguramente también lo sería una visión catastrofista que lo calificara de desastre. No somos, por tanto, un país tercermundista, pero tampoco avanzado. Y si no somos un país avanzado, entonces debemos de ser un país retrasado.
Efectivamente, somos un país retrasado. Los días 9 y 10 de octubre los trenes iban con retraso; los vuelos, si salían, lo hacían con retraso; los ayuntamientos habían hecho tarde en limpiar o canalizar las rieras, y el Gobierno iba con tanto retraso que aún estamos esperando que el conseller en cap dé alguna explicación al respecto.
Un Gobierno retrasado, pues, en un país de retrasos, ya que con toda seguridad el visitante que haya venido por ocio o por negocio y haya tenido que esperar horas en el aeropuerto no habrá tenido nada claro si nos tiene que situar en la cola de Europa o como avanzadilla de los países norteafricanos.
Si, además, ha tenido la mala suerte de que le hayan extraviado -como a menudo pasa- la maleta a su llegada, es del todo seguro que nos habrá situado por debajo de Marruecos, ya que en el aeropuerto de Casablanca no se pierden las maletas, y menos aún las de los extranjeros.
Lo más grave de todo esto es que estábamos avisados. En el momento en que el proyecto del centro de control aéreo fue conocido, ERC de Gavà presentó alegaciones haciendo notar la inadecuada ubicación de esta instalación al lado de una riera, la riera de los Canyars, zona con riesgo claro de inundaciones. Como ya nos tienen acostumbrados las distintas administraciones, no se tuvieron en cuenta nuestras aportaciones y el resultado no se ha hecho esperar: el aeropuerto, semiparalizado por la inundación del centro de control aéreo. Ahora, Álvarez-Cascos -al igual que Pujol con la C31- reconoce el error y nos cuenta que por eso se construye otro...
Llegados a este punto, podríamos referirnos a otros ejemplos, como el caso omiso que hizo el Ayuntamiento de Sant Joan Despí en el año 1998 cuando, desde ERC, advertíamos del riesgo de inundaciones de un nuevo barrio del centro -el Eixample Sud- sin haber resuelto la salida de aguas, con resultado similar e inundación de las casas en cuanto llegó el otoño.
Finalmente se realizaron cinco actuaciones, tres de las cuales ya habíamos apuntado años antes, y sin tener que pagar unos cuantos millones a los técnicos, que, una vez que ya han cobrado, se dan cuenta de que faltan sumideros para la recogida de aguas pluviales.
Pues bien, retornemos a estas últimas semanas. El drama no se acaba ni comienza con el aeropuerto, un aeropuerto de segunda regentado por el monopolio semipúblico de AENA, que, no teniendo bastante con no gestionarlo adecuadamente, ni siquiera garantiza la informació al usuario, permitiendo que se le bloqueen todas las líneas telefónicas.
El drama ha sido real para docenas de familias de Castelldefels que, con el retraso del Ayuntamiento en realizar las obras de la riera y el de la Generalitat en destinar el presupuesto, han visto inundadas sus viviendas.
Como siempre, se ha comenzado la casa por el tejado. Estos señores que gobiernan deben de considerarse divinos. Deben de pensar que pueden decidir cuándo tiene que llover. La lluvia se ha avanzado y ha inundado viviendas e industrias. Pérdidas materiales, pues, junto al espanto y la sensación de impotencia de los afectados, que ven como el agua les deshace aquello que les ha costado tanto construir.
Empresas que pierden dinero por la entrada del agua o el apagón de la luz. Trabajadores y trabajadoras que tendrán que recuperar horas perdidas quitándoselas a sus familias. Y todo esto, ¿quién lo compensará? La Administración -Estado, Generalitat y algunos ayuntamientos- seguro que no. Seguro que, como siempre, llegará tarde.
Como siempre, se ha comenzado la casa por el tejado. Estos señores que gobiernan deben de considerarse divinos. Deben de pensar que pueden decidir cuándo tiene que llover. La lluvia se ha avanzado y ha inundado viviendas e industrias. Pérdidas materiales, pues, junto al espanto y la sensación de impotencia de los afectados, que ven como el agua les deshace aquello que les ha costado tanto construir.
Empresas que pierden dinero por la entrada del agua o el apagón de la luz. Trabajadores y trabajadoras que tendrán que recuperar horas perdidas quitándoselas a sus familias. Y todo esto, ¿quién lo compensará? La Administración -Estado, Generalitat y algunos ayuntamientos- seguro que no. Seguro que, como siempre, llegará tarde.
Xavier Vendrell es diputado de ERC en el Parlament.
Xavier Vendrell es diputado de ERC en el Parlament.
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