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Reportaje:

Convocatoria para vocaciones

Más de 6.000 alumnos han asistido en la década a cursos de la Fundación Forja XXI

Tereixa Constenla

No hay por qué resignarse a partir de los 30 ni de los 40 ni seguramente después. Tras años de trabajo desapasionado en diversas empresas, Fernanda Gutiérrez Florido, de 42 años, se embarcó al fin en lo que siempre había deseado: el diseño de paisajes, la arquitectura de jardines, la ingeniería vegetal. Hace dos años plantó a una firma de informática y se enganchó en la primera promoción de técnicos en la gestión de recursos naturales, que formó la Fundación Forja XXI en Sevilla. Este año ha comenzado los estudios de jardinería.

La oportunidad de dar un vuelco a su historia laboral y reciclarse es una de las ventajas de la labor formativa de la entidad que destaca tanto Fernanda como otras compañeras. Beatriz Soriano, de 29, descubrió su pasión por los jardines después de darse de bruces contra el hermetismo del mercado hacia los especialistas en educación de discapacitados. Forja XXI cumplió ayer 10 años, que celebrarán con un ciclo de conferencias en todas las provincias andaluzas. Muchos antiguos alumnos se acercaron por ello hasta la Escuela de Jardinería de la fundación, que ocupa el antiguo pabellón de Telefónica de la Exposición Iberoamericana de 1929. La restauración de este edificio fue una de las tareas en las que participó Candela Mora González, de 36, después de pasar por una escuela taller organizada antes de la Expo en lo que sería el precedente de la fundación. A Candela Mora, que ahora da clases en un centro similar en Aznalcóllar (Sevilla), le clarificó su futuro.

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Heredera de la Expo

El historial laboral de Elisa Almonte, de 30, está marcado también por un singular programa formativo, financiado por el Inem y desarrollado por Forja XXI, que captó a 21 jóvenes con titulaciones técnicas o universitarias, con menos de 25 años y de seis meses de experiencia laboral para convertirlos en agentes de desarrollo local. 'Un enigma en aquel momento', rememoraba ayer. El programa era peculiar: 'No recibíamos formación, entrábamos a trabajar y, a medida que detectaban carencias, se ponía en marcha la formación'.

A los participantes se los rifaban antes incluso de finalizar los dos años: 'Salimos con una gran sensación de seguridad'. Elisa, que es ahora agente de desarrollo local en una mancomunidad de Huelva, elogia la formación que recibió en algo que iba a demandar el mercado. 'No es tan fácil encontrar un equipo bien preparado que dé formación de calidad', dice.

Ni buen ambiente. Marina Santiago, de 30, dejó un puesto indefinido en una fábrica por los malos modos de su jefe y la explotación laboral con jornadas muy superiores a las que figuraban en su contrato. Se apuntó a un curso de informática de la entidad, dirigido a desempleados, y ya no ha roto el vínculo aunque haya sido como empleada -formadora y administrativa- de la fundación.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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