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A golpe de pico y pala

Muchos refugios los construyeron los propios vecinos de los edificios excavando galerías

Blanca Cia

En el Eixample barcelonés muchos refugios se construyeron en el subsuelo de las fincas. Por norma general eran el escondrijo de quienes vivían en ellas. Ése es el caso, por ejemplo, del edificio en el que está la nueva sede de la Redacción de El PAÍS, en la calle del Consell de Cent. En el segundo sótano se conserva un pasadizo de lo que fue el refugio de las 12 familias residentes en el inmueble durante la guerra.

Algunas de ellas todavía viven en la finca y, aunque han pasado 65 años, recuerdan que los albañiles y algunos vecinos, después de cenar, bajaban a la portería para excavar la tierra con picos y palas. 'Luego, nosotras sacábamos la tierra. Supongo que a la calle, pero ya no me acuerdo bien', explica Rosa, residente en el inmueble desde que nació.

Ella, de 85 años, y su marido, Ramón, de 84, vivían entonces con sus respectivas familias en dos de los pisos del edificio, construido en 1899. Más tarde se casarían. Él sitúa el inicio de la construcción del refugio 'a mediados de la guerra, más bien al final de 1937'. 'Duró tiempo, creo que estuvieron meses', dice. Insiste en que sus recuerdos pueden fallar porque, además, pasaba todo el día en el cuartel de Sant Andreu.

Al refugio se accedía por el cuarto de la portería: 'Era como una sala con bancos a los lados. Allí nos sentábamos hasta que volvían a sonar las sirenas. De todas formas, no bajábamos todos, porque algunos tenían más miedo de estar abajo que arriba. De lo que sí me acuerdo es de que a veces teníamos que ir a toda prisa. En pijama y bata por las escaleras porque nos quedábamos sin luz y el ascensor no funcionaba', recuerda Rosa. En ese retroceso de 65 años en la memoria, su marido matiza que algunos vecinos, sencillamente, no querían bajar porque había 'diferencias'. No quiere decir de qué tipo, pero en el inmueble algunas familias sintieron de cerca los dramas de la guerra. 'Cuando estábamos abajo no hablábamos demasiado, y siempre de cosas banales', apostilla.

En algunas ocasiones, se habilitaban como refugios los sótanos de los inmuebles. Ése fue el caso del refugio 1.195 -según la lista del 15 de julio de 1938-, que correspondía al número 187 de la Travessera de Gràcia. Se trataba de los subterráneos de un inmueble de viviendas situado frente al mercado de Gràcia, relativamente cerca de la fábrica Elizalde, que entonces producía motores de aviación y fue objetivo de repetidos bombardeos. 'Era una sala muy grande, toda la planta de la casa', rememora Cinta. Entonces tenía ocho años, pero recuerda muy bien los días de la guerra: 'Tenía miedo cuando sonaban las alarmas, pero después, cuando estábamos abajo, era divertido porque había muchos niños y jugábamos'. La amplitud de ese refugio era tal que los vecinos -una veintena de familias- instalaron una gran cama para los más pequeños. Cinta todavía conserva la muñeca que siempre bajaba por las escaleras 'a todo correr' hasta el refugio. La muñeca y una jaula con un verderol. Recuerda que a los sótanos sólo bajaban los vecinos: 'No se qué habría ocurrido si alguna bomba hubiera impactado en la casa porque el sótano, que yo recuerde, no era muy profundo'. Pero tuvo suerte.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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