Primer pulso entre los sindicatos y el Gobierno conservador de Francia
Decenas de miles de personas protestan en París contra la política de privatizaciones
Jean-Pierre Raffarin no es Margaret Thatcher. Si la dama de hierro se enfrentó a los sindicatos para liberalizar la economía británica, el jefe del Gobierno francés hizo ayer que dos de sus ministros, Francis Mer (Economía) y Nicole Fontaine (Industria), recibieran cortésmente a una delegación de sindicalistas del sector público, mientras un cortejo de entre 60.000 y 80.000 personas -40.000, según la policía- se manifestaba en París contra los proyectos de privatización de grandes empresas estatales. Fue el primer desafío social al nuevo Gobierno, que pone fin al estado de gracia de que gozaba el Gabinete de Raffarin desde su instalación en el poder en mayo pasado.
Jean-Pierre Raffarin no es Margaret Thatcher. Si la dama de hierro se enfrentó a los sindicatos para liberalizar la economía británica, el jefe del Gobierno francés hizo ayer que dos de sus ministros, Francis Mer (Economía) y Nicole Fontaine (Industria), recibieran cortésmente a una delegación de sindicalistas del sector público, mientras un cortejo de entre 60.000 y 80.000 personas (40.000, según la policía) se manifestaba en París contra los proyectos de privatización de grandes empresas estatales.
Fue el primer desafío social al nuevo Gobierno, que pone fin al estado de gracia de que gozaba el Gabinete de Raffarin desde su instalación en el poder en mayo.
Tanto el secretario general de la CGT, Bernard Thibault, como Marc Blondel, de Force Ouvrière, rechazaron la idea de una 'revancha de la izquierda' por su derrota electoral. Contados políticos del Partido Socialista y de la fracción de izquierda del Partido Socialista jugaron ayer el papel de discretos acompañantes de los manifestantes. La movilización fue presentada como un aviso al Gobierno para que 'no venda las joyas de la familia', tronó Jacky Ditinger, presidente del sindicato CFDT en las empresas Électricité de France (EDF) y Gaz de France (EDF), punta de lanza de la movilización.
Cintura política
¿Canto del cisne o anuncio de un movimiento más duro? Todos los franceses recuerdan que en 1995, con Jacques Chirac recién elegido presidente de la República, la calle desbordó a su entonces primer ministro, Alain Juppé, permitiendo, a la postre, el acceso de Lionel Jospin al poder. La derecha ha aprendido la lección: no se puede reformar el mastodonte del sector público sin emplear cierta mano izquierda. A esto se le llama cintura política.
La ministra de Industria, Nicole Fontaine, llegó todavía más lejos al asegurar que la manifestación de ayer puede venirle bien al Gobierno para negociar en Bruselas. 'Yo sería feliz si mañana [por hoy] pudiera decir a mis colegas europeos que en Francia tenemos un cierto número de exigencias, de especificidades que deseamos figuren en las directivas europeas'. Tanto ella como el titular de Economía habían asegurado a los sindicatos que defienden el sector público, 'a su lado', y que trasladarán el mensaje al consejo europeo.
Gran parte de la izquierda política tampoco se manifiesta contra las privatizaciones, porque fue Jospin el que acabó, por ejemplo, con el monopolio de France Télécom en las telecomunicaciones, sacando a Bolsa parte de su capital y permitiéndole una gestión agresiva. La empresa se encuentra hoy en virtual quiebra técnica y los sindicatos temen un recorte de empleos.
El desafío lanzado ayer por los sindicatos encierra una pregunta de fondo: privatizar, ¿para qué? 'Los intereses privados no pueden garantizar el interés general', aseguraba Bernard Maladerre, contable de la empresa eléctrica EDF desde hace 20 años, junto a compañeros que mezclaban 'el caso de Enron o las privatizaciones en el Reino Unido' para explicar por qué habían venido a manifestarse desde Burdeos.
Una veintena de trenes, procedentes de diferentes lugares de Francia, completaron las marchas organizadas en la región de París, que a mediodía convergieron en la plaza de la Nación y emplearon entre cuatro y cinco horas para cubrir el trayecto hasta el barrio de la Ópera, en el corazón elegante de la capital.
Desde pancartas de ambición poética -'El cielo no se vende; no a la privatización de Air France'- hasta el intento de implicar a todos -'No toquen EDF, pertenece a los ciudadanos'-, la marcha adoptó un aire festivo, mezclando samba y pasodobles, mientras el 75% de los 140.000 trabajadores de EDF y GDF se declaraban en huelga como broche a la demostración.
Defensa de derechos adquiridos
La defensa de los derechos adquiridos en las empresas públicas explica la movilización de sus asalariados. No es que tengan garantizado el empleo de por vida, pero se desconocen casos de despidos por razones económicas en EDF o GDF, Correos, en la ferroviaria SNCF o en las parcialmente privatizadas France Télécom y Air France. Un contraste con las privatizadas: en Alcatel no pasan tres meses sin que se anuncien nuevos recortes de empleo.
Unos 300.000 empleados y jubilados de EDF/GDF tienen buenas razones para oponerse a cualquier privatización: su régimen de pensiones les permite jubilarse con 37,5 años de cotización, en lugar de los 40 del sector privado, conservando como pensión el 75% del último salario.
El desastre bursátil tampoco ayuda a convencer a los empleados de las ventajas de ser accionistas. Un estudio de Le Monde muestra que el patrimonio de los accionistas-trabajadores en las 40 principales empresas de la Bolsa de París ha caído casi un 30% desde enero, con la rara excepción de Renault.
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