Literatura y teoría

La última estación es la más importante de las novelas de Gonzalo Navajas por ser aquella en la que nos ofrece un inventario de su evolución vital y una penetrante representación del mundo presente. Es un texto que siendo muy narrativo, incluso muy dinámico, no pierde hondura conceptual. Huyendo de posiciones extremistas, el autor constata la existencia de un nuevo paradigma caracterizado por la fusión armónica de los opuestos, una gran variedad de experiencias vitales y unas expectativas inciertas pero incitantes. Precisamente, el segundo libro referenciado trata temas parecidos desde la perspectiva de la teoría literaria. Navajas traza con claridad y tiento un certero balance de lo acontecido en el campo de la crítica durante el último cuarto de siglo mostrando un gran conocimiento de la situación presente y cómo fue trascendente para la evolución de la teoría literaria que en las décadas de los setenta y los ochenta del pasado siglo los textos críticos llegaran a ser más importantes que las propias obras de las que se ocupaban. Fue lo que se ha llamado posmodernidad, el concepto que ahora, como afirma el autor, ha entrado en crisis. Navajas propone nuevas maneras de acercarse a los textos y ofrece un cauteloso diagnóstico de lo que está por llegar. Presenta también buenos análisis de algunos autores: Javier Marías, capaz de crear un narrador, 'observador ávido', que se hace dueño absoluto del mundo narrado, que lo oye y lo ve todo, paradigma del narrador como creador de realidad o Antonio Muñoz Molina, un autor cuyas preocupaciones éticas le llevan a recuperar lo más valido de lo que se definió en otro tiempo como compromiso intelectual: el escritor interviene de una forma u otra en la configuración del mundo real.

La confusión entre concep-

tos propios de la cultura alta y de la popular, la interconexión entre diversas concepciones del mundo o la inclusión integradora de ideas contrapuestas son nociones útiles para comprender ambos libros; en uno se explica teóricamente lo que en el otro se pone en práctica. Es significativo que la ciudad de Las Vegas, 'desierto urbano supercivilizado y árido a la vez', sea el escenario más emblemático de la novela y una referencia fundamental del libro de ensayos. Es una mezcla de culturas actuales y pasadas, babel de lenguas, elegancia y vulgaridad revueltas, estridencia, colorido y luz cegadora pero también espacios para la intimidad y la libertad. En esa ciudad, el protagonista de la novela, una voz entre varias en una narración poliédrica, alcanza una verdad superior mediante un proceso de ascesis, de superación de las pasiones y de los apremios que nos atan a los bienes terrenales.

Entre las figuras secundarias de la novela destaca el teniente Acero, un militar franquista fanático y cruel, del cual tomará venganza el protagonista en una violenta escena que se inicia con un sueño tremendo, aquel en que se recibe una carta que nos obliga a reiniciar el servicio militar. La mayor parte de los sucesos violentos son fantasmagóricos, poseen un estatuto incierto y deben mucho a la escena de la ducha de Psicosis, frecuentemente evocada en la novela, una entre otras referencias cinematográficas, explícitas o implícitas, que enriquecen la obra, desde la pareja que se cita dentro de un año en el Duomo de Milán como lo hacían Cary Grant y Deborah Kerr en el Empire State hasta los paralelismos entre los sentimientos de Diego con los de Maurice Ronet en Le feu follet pasando por los inquietantes episodios de Venecia que parecen salidos de la novela de Ian McEwan El placer del viajero, o, mejor, de la adaptación al cine que hizo Paul Schrader, El placer de los extraños, un montón de calles tortuosas, sucias y enfermizas, que llevan en su entraña el germen del mal.

Ensayos y novela encarnan la despedida del siglo XX, especialmente de los ideales de la generación que quiso cambiar el mundo, y funcionan como cartas de presentación del nuevo siglo cargado de problemas serios, pero también de nuevos y estimulantes retos.