Continúa el filón
Para comenzar, conviene aclarar qué no es O. T., la película: no es un retrato sociológico de un país que enloqueció de repente con un producto audiovisual, no es el diagnóstico sobre una industria cultural, la de producción discográfica, puesta patas arriba en pocos meses; ni siquiera el fotomatón de una generación que se echó este verano, literalmente, encima de la agotadora tanda de conciertos que los 16 integrantes de Operación Triunfo han ido desgranando por la ancha geografía hispana.
¿Qué es, pues, este documental? Primero, y ante todo, un encargo: el que reciben dos jóvenes con talento, Balagueró y Plaza, para realizar la película que continúe el filón, siga explotando la inmensa, impensable ubre que la vaca televisiva ha puesto en manos de sus creadores: no en vano la Academia de Artistas, coproductora del filme, es el propio motor que impulsa y comercializa la 'marca de fábrica' Operación Triunfo.
O. T., LA PELÍCULA
Directores: Jaume Balagueró y Carlos Plaza. Intérpretes: Rosa, David Bisbal, Manu Tenorio, Geno, Nuria Fergó, David Bustamante, Gisela. Género: documental musical, España, 2002. Duración: 85 minutos.
Por lo tanto, no conviene pedirle al filme más de lo que se propone dar: ni análisis, ni crítica a la sobreexplotación a que someten, y se someten, los jóvenes cantantes; ni reflexión sobre la patriotera campaña a favor de Rosa en Eurovisión y su malhadada Celebration. Pero es que tampoco conviene pedirle lo que parece prometer, esa copia del modelo canónico acuñado por Martin Scorsese en El último vals, la reflexión sobre la vida en la carretera de un grupo con historia, como era The Band, entre otras cosas, porque aquí la historia no existe.
Mercadotecnia
O sea, que O. T. resulta, a la postre, sólo una aviesa operación de mercadotecnia apta sólo para fans de los 'chicos Operación Triunfo', rodada con cierto gusto en lo que hace a las (innumerables) canciones que constituyen su principal gancho, pero con sólo una modesta, discreta pátina de autorreflexión sobre las consecuencias del éxito, confesiones metidas un poco con calzador, a pesar de que en algún caso rezuman autenticidad (la conversación de Geno por teléfono).
Y es que, de no haber recurrido a ellas, la cosa se hubiese quedado sólo en un inmenso, interminable videoclip.
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