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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Voto al Estado social

Una clara mayoría de los suecos ha preferido preservar su Estado social a una rebaja de impuestos. La izquierda ha vuelto a triunfar, y en su seno, los socialdemócratas se han reforzado respecto a su traspiés de cuatro años atrás. Cabalgando sobre la recuperación económica de Suecia de la última década, el primer ministro, Göran Persson, logra así su tercer mandato consecutivo, y, con cerca de un 40% del voto, ratifica a la socialdemocracia como la fuerza predominante en la política sueca. Persson seguirá presidiendo un Gobierno en minoría. Prefiere esta fórmula, que le permite apoyarse en verdes y poscomunistas para la aprobación de los presupuestos, y en la derecha para otros asuntos, especialmente cuando tiene una labor esencial que acometer: convencer a los suecos de que aprueben la entrada en el euro en el referéndum que, previsiblemente, convocará en el otoño de 2003, de modo que la corona sueca desaparezca en 2005. Aunque las encuestas otorguen una ventaja aún no consolidada a los partidarios del euro, el resultado de las elecciones del domingo puede considerarse también un voto a favor de la integración europea, y así ha sido acogido en la UE.

La atención de toda Europa se centra, sin embargo, en los comicios del domingo próximo en Alemania, donde los sondeos indican una recuperación de la opción que representa el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, que también ha optado por un discurso favorable al Estado social y decididamente proeuropeo. Sería excesivo por el momento deducir de las elecciones en Suecia una inflexión respecto al crecimiento de la derecha y centroderecha en Europa, pues se trata de un país de larguísima tradición y cultura socialdemócrata, con 51 de los últimos 60 años de gobierno en la espalda, y que ha generado un modelo social muy arraigado, aunque sujeto a reformas y con lógicas dificultades.

No sólo hay que buscar paralelismos en la izquierda. También los cambios que han ocurrido en el seno del centroderecha son significativos en un país como Suecia que carece de partidos de extrema derecha. El conservador Partido Moderado, que propugnaba una reducción de impuestos, ha perdido una tercera parte de su electorado, y el llamado 'bloque burgés' en el que está integrado, también se ha visto derrotado en las elecciones locales en la emblemática capital, Estocolmo, y su región. Dentro de este bloque, el Partido Liberal de Lars Leijonborg ha triplicado su porcentaje, hasta el 13,3%, con un discurso centrado en la inmigración con dos propuestas controvertidas: que todo inmigrante que encuentre trabajo será bienvenido, pero deberá marcharse si permanece más de tres meses en el paro, y que para poder optar a la nacionalidad sueca hay que conocer suficientemente el idioma. Bajo el lema 'no al racismo ni al antisemitismo', los liberales han crecido gracias a su defensa de una integración a ultranza, en una sociedad que necesita inmigrantes para mantener su Estado social, dada la situación de la pirámide demográfica, con un tercio de la población mayor de 65 años.

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Es difícil saber aún cómo han votado los suecos llegados de otras partes y recién nacionalizados. También en Alemania será interesante analizar el voto de los varios centenares de miles de extranjeros que, gracias a las leyes y medidas introducidas por el Gobierno rojiverde de Schröder, han logrado la nacionalidad.

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