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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Naturaleza en disputa

Las plazas norteafricanas unen a su importancia estratégica destacados valores ecológicos

El Colectivo Ornitológico Cigüeña Negra (COCN), que opera desde Tarifa (Cádiz), fue una de las pocas organizaciones ecologistas que, cuando apenas habían transcurrido unas horas del inicio del conflicto de la isla Perejil, emitió un comunicado lamentando las posibles repercusiones ambientales que dicha situación podía acarrear. La nota del COCN advertía del valor ornitológico de este enclave, situado en las concurridas rutas migratorias que enlazan África y Europa, y apelaba a un pronto entendimiento entre los dos gobiernos en litigio, ya que, por encima de las 'discusiones sobre la propiedad de la isla, lo que urge es su conservación y protección'.

Antonio Aguilera es uno de los ornitólogos de este colectivo, en el que se integra como responsable de un proyecto con el que, desde 1999, se viene estudiando el fenómeno migratorio desde las dos orillas del Estrecho. Poco se sabía, hasta entonces, de cómo las aves resolvían el tránsito de esa delgada franja marina y de qué manera se comportaban al alcanzar territorio marroquí ya que, tradicionalmente, los observadores solo se situaban en la vertiente europea.

Su experiencia en el país vecino le hizo valorar muy pronto la importancia de Perejil, 'sobre la que apenas existe documentación científica'. Desde la costa ya se había comprobado la presencia de numerosas especies en el pequeño afloramiento rocoso, y se tenían algunas referencias, aunque vagas, de la posible nidificación de aves escasas y protegidas, como la pardela cenicienta, la gaviota de Audouin, el roquero solitario o el halcón de Eleonor. La propia Universidad de Granada se había mostrado interesada en viajar, junto a los especialistas del COCN, a la isla, ya que en ella también se supone una notable presencia de reptiles, entre los que podrían estar especies de cierto interés debido al aislamiento del enclave.

El caso es que Aguilera intentó por todos los medios visitar la isla. No era fácil encontrar a algún patrón que accediera a desembarcar en la misma, lo intentó con pescadores, pero también lo rechazaron. Le advirtieron que Perejil se utilizaba 'como almacén intermedio por los traficantes de hachís y que nos arriesgábamos, incluso, a que nos dispararan'.

La poca documentación que Aguilera ha podido reunir, procedente de las universidades de Tánger y Rabat, habla de un enclave de gran valor ecológico, incluido en el espacio natural marroquí de Jbel Moussa. Además de las especies citadas, la isla sirve, en época de migración, como plataforma para el reposo de aves como el charrán patinegro, la garza real o el cormorán. En sus proximidades pueden observarse calderones, delfines comunes y listados, así como otros mamíferos marinos en tránsito por el Estrecho.

Los mismos informes señalan algunas de las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas de la isla, empezando por la presión que sobre su flora, y las colonias de algunas aves, ejerce el ganado caprino, que, hasta ahora, pastaba libremente entre los riscos. También se anota la recolección incontrolada de huevos de gaviota, actividad tradicional muy extendida en algunas zonas marroquíes. La pesca submarina y, en general, la presencia humana no sometida a ningún tipo de regulación, también están deteriorando este espacio.

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'Diversas organizaciones', señala Aguilera, 'han solicitado al Gobierno marroquí que convierta el islote en reserva biológica, y que aplique la figura de parque nacional al cercano macizo de Jbel Moussa'. Curiosamente, la idea, cuya ejecución se complica sobremanera a partir de ahora, coincide con una propuesta de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuya Escuela de Cultura de Paz dirigió, a mediados de julio, un escrito a los dos gobiernos en disputa, sugiriéndoles que desmilitarizaran la isla y la convirtieran 'en un parque natural, una zona protegida administrada por un patronato con miembros de la comunidad científica de Marruecos y España, a partes iguales'.

El aumento de la tensión en todos estos enclaves, con el refuerzo de la presencia militar y las restricciones que ello conlleva, dificultan a partir de ahora cualquier iniciativa orientada a proteger y ordenar sus recursos naturales. Es previsible, incluso, que la difícil coyuntura repercuta en el trámite que el Parlamento de Andalucía inició el pasado año para otorgar la figura de paraje natural a la isla de Alborán.

Comentarios y sugerencias pueden remitirse a sandoval@arrakis.es

La garantía militar

La presencia de efectivos militares en algunas de las islas cuya soberanía defiende España no siempre ha sido reclamada desde colectivos o instituciones empeñadas en hacer valer los derechos históricos de nuestro país. Cuando a comienzos de los años 90 la Armada retiró el destacamento que operaba en la isla de Alborán, fue Greenpeace quién reclamó el inmediato retorno de los militares, ya que sin su presencia se multiplicaron las actividades de pesca ilegal en el entorno de este enclave y comenzaron, incluso, a organizarse excursiones incontroladas desde la Costa del Sol. Consciente de la buena imagen que este tipo de intervenciones aportan al Ejército, el propio Ministerio de Defensa ha venido publicitando su aportación a la conservación de la naturaleza. Si visitamos la web de este departamento y pinchamos en el apartado dedicado a cultura y sociedad, nos encontraremos con un mapa 'de los espacios naturales con valor ecológico gestionados por Defensa' (www.mde.es/mde/cultura/medio/medio.htm), en el que se incluyen Chafarinas y Alborán. De ambos enclaves se ofrece una información básica a cuenta de sus elementos naturales más sobresalientes, y se advierte de la presencia permanente de fuerzas de Infantería de Marina (en el caso de Alborán) y el Ejército de Tierra (en Chafarinas). 'La presencia militar', puede leerse en este documento electrónico, 'se ha convertido en una garantía para la conservación de la flora y fauna de estos lugares, distribuidos por todo el territorio nacional, donde no hay grandes vías de comunicación y no existen problemas de urbanización indiscriminada'. En definitiva, y al contrario de lo que ocurre en otros ecosistemas frágiles, los territorios gestionados por Defensa 'se caracterizan por la ausencia de población estable, edificaciones, cultivos e industrias'. Una ventaja que, en ocasiones, llegan a valorar positivamente hasta los propios ecologistas.

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