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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nueva mirada sobre Godoy

El indudable progreso de la investigación historiográfica española está haciendo que las aguas vuelvan a sus cauces y que, por encima de propuestas oportunistas o escandalosas con el objetivo de conquistar el mercado con productos adulterados, algunos de los temas más controvertidos de nuestro pasado vayan encontrando un terreno firme, una plataforma sólida desde donde poder iniciar un debate realmente científico, libre de gangas espúreas y mixtificadoras.

Viene esto a cuento de la espléndida biografía de Manuel Godoy con que acaba de obsequiarnos Emilio La Parra, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alicante y uno de los más reconocidos especialistas en la etapa de transición del Antiguo Régimen al periodo liberal. Porque, en efecto, el político extremeño, el hombre que llenó una de las épocas más difíciles e intensas de la historia de España, era uno de los personajes más necesitados de un trabajo que, desde una rigurosa objetividad basada en una lectura competente e imparcial de los documentos, aportase claridad y pusiese orden en la maraña de opiniones sin fundamento y de acusaciones malintencionadas que se habían hecho pasar como verdades irrefutables.

MANUEL GODOY. LA AVENTURA DEL PODER

Emilio La Parra López Tusquets. Barcelona, 2002 582 páginas. 24 euros

Hasta hace muy poco, Godoy aparecía ante la historia como un arribista cuyo ascenso se había debido a los favores recibidos de la reina a cambio de inconfesables prestaciones íntimas, como un político de tres al cuarto preocupado a cualquier precio y exclusivamente de su medro personal, promotor de una camarilla de aduladores ineptos y avieso perseguidor de ilustrados. Esta leyenda hundía naturalmente sus raíces en algunos defectos bien reales, como su ilimitada ambición, la imprudente ostentación de su riqueza y de su rápido encumbramiento o la licencia concedida a su ministro José Antonio Caballero para acosar a algunos de sus enemigos, especialmente a Jovellanos, el prisionero de Bellver. Y cobraba carta de naturaleza con la tardía difusión en España del pésimo libro de Hans Roger Madol, que hacía de Godoy nada menos que 'el primer dictador de nuestro tiempo', creando una insostenible línea interpretativa seguida por su más reciente biógrafo, Luis González Santos.

La reivindicación de Godoy, que dio comienzo con el excelente estudio preliminar que Carlos Seco dedicase a la edición de las Memorias del Príncipe de la Paz en 1965, culmina hoy con esta biografía que carece de cualquier vocación hagiográfica y que tampoco pretende situarse en un cómodo eclecticismo capaz de contentar a tirios y troyanos, sino que se limita a aceptar el reto de pronunciarse sobre el sentido de la actuación (pública y privada) del ministro a la luz de las fuentes más autorizadas.

Godoy nos aparece así como

un joven lleno de ambiciones que tiene la suerte de atraer la atención de los soberanos y de aprovechar la debilidad de éstos para convertirse en su hombre de confianza, en su consejero indispensable, en la persona capaz de solucionarles los problemas de la corte y de la vida política gracias a su seguro juicio y a su comprobada rapidez de acción. Las opciones de su vida privada estuvieron muy condicionadas por las exigencias de su ansia de poder, honores y bienes. Éste es el contexto que explica su matrimonio de conveniencia pero sin amor con la condesa de Chinchón, que hubo de compatibilizar con una vida amorosa paralela y plena con Josefa Tudó, su fiel compañera en las horas amargas del exilio.

En el orden político, Godoy no fue un gran innovador, sino que se limitó a seguir las líneas maestras del reformismo ilustrado, eso sí, con la misma convicción con que podrían haberlo hecho sus inmediatos antecesores, un Aranda o un Floridablanca. En este sentido, su logros (especialmente durante su primer mandato, entre 1792 y 1798) en el fomento de la economía, en el impulso a las obras públicas, en la creación de instituciones tanto asistenciales como educativas, en el mecenazgo de las ciencias y las artes no tienen nada que envidiar a las décadas anteriores, e incluso puede defenderse que las superaron en algunos sentidos. En el campo de las relaciones internacionales, hay que volver a aludir a las dificultades extraordinarias de un periodo dominado por el influjo de la Revolución Francesa (que quiebra el sistema de referencias de todo un siglo, de toda una era) y por la figura singular de Napoleón, su permanente interlocutor. Y para colmo, Godoy hubo de afrontar una sistemática oposición interna, que termina por cristalizar en el 'partido fernandino', un artefacto conspirativo donde se daban cita la reacción aristocrática y el odio al ministro y cuyas limitaciones se pusieron de manifiesto durante el penoso proceso de El Escorial y el mitificado motín de Aranjuez, ya oportunamente deflactado por Carlos Seco y por Miguel Artola.

Sólo queda manifestar nuestro completo acuerdo con la opinión vertida por Carlos Seco en un magnífico prólogo que sin duda enriquece la edición: el texto de Emilio La Parra es hoy por hoy 'el libro definitivo sobre Manuel Godoy, Príncipe de la Paz'.

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