Museo con aroma rural
No es casualidad que el centro cultural del Palacio de Villardompardo se haya convertido ya en el museo más transitado de la provincia de Jaén, con más de 31.000 visitas en los siete primeros meses del año. Al aliciente de contar en su interior con los baños árabes más grandes de los visitables actualmente en la geografía nacional y con uno de los pocos museos de arte naïf existentes en España -creado gracias a la donación que hiciera el artista de Torredelcampo Manuel Moral- se ha unido en los últimos meses la remodelación del que, hasta ahora, era el espacio más desconocido para los turistas: el Museo de Artes y Costumbres Populares. Un rincón con evidente aroma rural y que retrotrae al visitante a los modos de vida en la España del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.
'Es cierto que este museo no tiene tanta fama como los baños árabes, pero es lo que más fascina y sorprende a los visitantes españoles y extranjeros, sobre todo los que proceden de grandes núcleos urbanos y los más jóvenes', afirma Rosa Morales, una de las responsables de este centro cultural que gestiona la Diputación de Jaén y que se encuentra emplazado junto a la popular barriada de La Magdalena.
Hasta 15 salas diferentes componen este museo, varias de ellas abiertas en los últimos meses y otras aún en proceso de acoplamiento para adaptar las altruistas donaciones realizadas por particulares. La visita, para la que es de gran utilidad las sabias explicaciones de una asociación de voluntarios de la tercera edad que ejercen de guías, puede iniciarse en la sala de transporte, con los carros de labranza y galeras utilizados para el movimiento de las personas entre ciudades. La estrella es, no obstante, un carro de fiesta del año 1950 engalanado con pinturas costumbristas.
En la sala de pesos y medidas se pueden encontrar desde el celemín, la fanega o las romanas hasta la estrella de ponderales utilizada para pesar los minerales extraídos de las minas de Sierra Morena. Otra de las novedades más recientes del museo es la sala que recrea con buen gusto la antigua casa rural, con su catre, sus colchones de farfolla, sus mantas bordadas, su cama de hierro, las arcas, bacines, cantareras y la iluminación con papel de seda que entonces sustituía a la luz eléctrica. Tampoco faltan las cucharas de madera que se fabricaban los pastores mientras guardaban el ganado.
La versión opuesta es la casa burguesa, en la que destaca una cama de hierro fundido de 1850 que al año siguiente ganó el primer premio de la Exposición de Londres y que fue donada por el Estado español al museo jiennense. La sala de la matanza es otra que ha renovado sus contenidos. Allí se pueden encontrar todos los utensilios que aún se siguen utilizando en las típicas matanzas del cerdo, desde artesas a lebrillos pasando por orzas, trébedes o máquinas de embutir, sin faltar los licores y dulces que se sirven acabado el trabajo. Completan la oferta las salas de talleres artesanales y de oficios antiguos, desde el herrero al albardero; otra con emblemas religiosos, como los cepillos de ánimas utilizados para las colectas populares, y otra con la cerámica fabricada en el siglo XIX en Bailén, Andújar y Úbeda.
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