El presidente polaco agradece la contribución del Papa a la transición política en su país
Juan Pablo II alienta en Cracovia a los más perjudicados por el proceso de adhesión a la UE
Cracovia acogió ayer al Papa polaco con entusiasmo y cierta incredulidad. El noveno viaje de Karol Wojtyla a su patria, apenas dos semanas después de su prolongado peregrinaje a América, no dejaba de ser una incógnita. El cardenal arzobispo de la ciudad, Franciszek Macharski, resumió ese sentimiento en sus palabras de bienvenida. 'Lo que era casi inimaginable ha ocurrido', dijo refiriéndose a esta nueva visita del Pontífice. Karol Wojtyla descendió por su propio pie del avión y besó la tierra polaca que le ofrecieron en una cesta.
En su discurso, pronunciado sin vacilaciones, el Papa animó a sus compatriotas a seguir adelante hacia 'nuevos horizontes de desarrollo', pero no dejó de mencionar a los parados y los ancianos 'que soportan el peso de los cambios sociales y económicos'.
La visita de Juan Pablo II, 'la máxima personalidad polaca', en palabras del presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, es un acontecimiento que supera ampliamente las fronteras de lo religioso. Bastaba ver la multitud que le esperaba a lo largo del recorrido hasta el palacio arzobispal, y la que le vitoreó durante horas a la entrada del edificio donde Wojtyla residió los últimos años de su vida en Polonia. Decenas de jóvenes, con banderas y estandartes, ancianos y familias enteras con niños pequeños le aplaudieron y vitorearon, en un pequeño anticipo de lo que serán las ceremonias que presidirá Juan Pablo II de hoy al lunes. El país enteró se movilizará para estar cerca de su Papa, aunque la visita comporte también algunas limitaciones en la vida social. Para frenar los excesos de entusiasmo, el Gobierno ha prohibido, como es habitual, la venta de alcohol, no sólo en las tiendas, sino en hoteles y restaurantes.
La Polonia que recibió ayer al Papa ha cambiado notablemente, como el mismo Pontífice recordó. 'En este nuevo peregrinaje puedo observar como gestionan los polacos la libertad reconquistada'. Una libertad que se ha cobrado también un alto precio en términos de cohesión y de igualdad social. La próxima integración en la UE despierta entusiasmos y temores, y el desarrollo de un capitalismo salvaje ha creado desconocidas desigualdades sociales. 'Sé que muchas familias polacas', dijo el Pontífice, 'sobre todo las más numerosas, los muchos parados y los ancianos, soportan el peso de los cambios sociales y económicos'. La tasa de paro es del 18%, y aunque las estadísticas siguen asegurando que el 95% de los más de 38 millones de polacos son católicos, lo cierto es que poco más de la mitad son practicantes.
En las pistas del aeropuerto de Cracovia se alineaban decenas de monseñores, obispos y cardenales, y ante el Papa y su séquito, Kwasniewski no dudó en reconocer y agradecer 'la contribución de la Iglesia Católica a la transición polaca'. No sólo eso, el presidente (antiguo miembro del partido comunista) aseguró: 'Una mayoría decisiva de los polacos ha comprendido que democracia y religión se apoyan mutuamente, porque la democracia garantiza a los creyentes libertad de actuar, mientras la religión consolida las bases de la democracia, al profesar los valores universales de la dignidad humana'.
Hoy, el Papa celebrará el principal acto de su visita, el que le ha decidido a volver a emprender el camino de regreso a la patria: la inauguración del santuario de la Divina Misericordia, en Lagiewniki, a las afueras de la ciudad.
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