Cosas de la mente
En España tenemos una condesa mentecata, viuda de Romanones y autora de un 'best seller' minoritario del que ha vendido siete ejemplares, en el que asegura haber trabajado para la CIA, sin que la inteligencia americana lo haya desmentido.
'Me mentalicé y no he sufrido', dijo Belén Esteban al referirse a la boda de Jesulín. No prestamos suficiente atención a las expresiones de la vida cotidiana. 'Me mentalicé' significaría que la chica se puso una mente, como 'me abrigué' quiere decir que me puse el abrigo o, 'me perfumé', que me eché colonia. En la entrevista no aclaraba en qué parte del cuerpo se colocó la mente, pero aunque se la hubiera puesto en el culo, con perdón, da pánico imaginar a esta mujer manipulando un material tan peligroso. La Esteban puede hacer más daño con una mente entre las nalgas que un niño con una pistola entre las manos. El asunto era grave, porque como los personajes del ¡Hola! actúan por mimetismo, igual a continuación de ella se mentalizaban Lara Dibildos y Carlos de Inglaterra y María Vidaurreta y Carmencita Franco y Estefanía de Mónaco o el propio Jesús Gil... ¿Se imaginan cuánto iba a durar el planeta Tierra si toda esta gente, además del yate, tuviera que conducir una mente?
'Nunca he trabajado con ántrax ni con bacterias, sólo con virus', acaba de confesar Steven J. Hatfill, sospechoso de ser el remitente de las cartas que en EE UU provocaron cinco muertos y alimentaron el clima de terror iniciado con la voladura de las Torres Gemelas. No sabemos si Steven J. Hatfill tiene mente, aunque parece que no, pues a nadie se le ocurriría esgrimir que sólo ha jugado con pistolas de verdad frente a la acusación de haber atracado un banco con una de juguete. Da más miedo imaginarse a este hombre con un virus que con un ántrax, del mismo modo que Belén Esteban es más peligrosa con mente que sin ella. Hatfill pertenece a la CIA; Belén Esteban, no, aunque tampoco podríamos jurarlo, pues por la CIA ha pasado lo peor de cada familia y con frecuencia se ha quedado. En España tenemos una condesa mentecata, viuda de Romanones y autora de un best seller minoritario del que ha vendido siete ejemplares (todos entre los personajes del ¡Hola!), en el que asegura haber trabajado para la CIA, sin que la inteligencia americana lo haya desmentido. Se trata también de una mujer sin mente que, como atenuante, dice ser franquista de toda la vida.
Belén Esteban y Steven J. Hatfill tienen muy pocas posibilidades de conocerse, o eso quisiera creer uno (si Romanones conoció a su viuda, todo es posible), porque da miedo pensar en las catástrofes que podrían sobrevenir a la humanidad como resultado de esa alianza entre los virus y la mente. Aunque, ¡basta ya!, cuando Belén Esteban aseguró que se había mentalizado para no sufrir, quizá quiso decir que antes de que el torero se casara con María José ella había visualizado varias veces la boda para desgastar la emoción y no llorar cuando el enlace sucediera en la realidad.
Si esto fuera cierto, significaría que Belén Esteban, al contrario de Steven J. Hatfill, tiene capacidad para hablar en metáfora, de modo que cuando afirma que se va a abrigar no quiere decir necesariamente que se va a poner el abrigo, sino que se va a echar algo por encima. Sin embargo, cuando el ex agente de la CIA dice que juega con virus está diciendo que juega con virus. Los agentes de la CIA siempre hablan literalmente, de modo que es mejor que nos vayamos mentalizando para la guerra bacteriológica.
A mí me han pedido que me mentalizara para ir a la cárcel, para quedarme sin vacaciones, para que un libro mío fuera un desastre de crítica y público, para que me subieran la hipoteca, para que se me fuera la luz sin haber archivado el artículo, pero nadie me ha pedido que me mentalizara para que me dieran el Nobel, ni siquiera el Cervantes. O sea, que mentalizarse significa vivir algo malo con anticipación. Es un error: vivir imaginariamente cualquier cosa atrae la cosa, se trate de una desgracia o de un golpe de suerte.
Dice Paulo Coelho, con perdón (otro día citaré a Lacan), que cuando uno tiene un deseo, el universo entero conspira para que lo consiga. Mentalicémonos, pues, para atraer lo bueno con la misma pasión con la que nos mentalizamos para atraer lo malo. Imaginemos, no sé, que Belén Esteban y Steven J. Hatfill se conocen y se enamoran y que, al besarse, él la llena de virus al tiempo que ella le contagia su mente y se queda tonto. Por la condesa viuda de Romanones no se apuren, que ya está muy mayor.
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