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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Se necesitan guionistas

Leo con mucho interés las páginas de Economía y la única conclusión a la que he llegado es que la ruina es aleatoria, o sea, que puede sobrevenir o puede no sobrevenir y no sabemos de qué depende que sobrevenga o no.

Juan José Millás

Woody Allen sólo deja leer a los actores de sus películas la parte del guión que han de representar, porque está convencido de que no necesitan conocer la historia completa para sacar adelante su papel. Lleve razón o no, es una excelente metáfora de la vida. Cada uno de nosotros actúa sin conocer el plan general, en el caso de que lo haya. Te pica un mosquito, te incorporas, enciendes la lámpara, observas el entorno y sorprendes al bicho sobre la mesilla de noche, limpiándose los restos de tu sangre de la comisura de los labios. Lo lógico es que le des un zapatillazo. Ya no hay mosquito, pues, y tú sigues durmiendo. ¿Pero puedes estar seguro de que su papel era morir aplastado sobre la superficie de una mesilla de noche, junto a una novela de Stephen King y un tubo de somníferos?

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Quizá no. Quizá ese mosquito te había sacado la sangre para reponer fuerzas y continuar viajando por las calles de la ciudad hasta entrar en el dormitorio de una mujer de cuya frente extraería con cuidado otra dosis de plasma. Tú lo ignoras, porque sólo te has aprendido tu papel, pero esa mujer es una novia que tuviste a los quince años y a la que aún no has olvidado. Al atravesar su piel, el mosquito ha introducido en su torrente sanguíneo un resto de tu sangre. Si no lo hubieras matado, la mujer se levantaría hoy con algo tuyo dentro de su cuerpo. En el caso de que estuviera embarazada, un glóbulo rojo de tu propiedad, con toda su información genética, habría viajado, por qué no, hasta la placenta, por cuya vía habría entrado esa información en el feto. El bebé sería en cierto modo tuyo. Esto que acabo de narrar es completamente verídico. Lo sé porque no me ocurrió a mí, ya que maté al mosquito con la zapatilla e interrumpí el proceso.

En las películas de Woody Allen no suceden estos desastres porque el director tiene una visión global del argumento y evita que muera quien no debe morir. En la existencia real, en cambio, el argumento permanece oculto. No es que no tengamos director, es que no tenemos ni productor ejecutivo, ni vestuario, ni música, no tenemos nada. A mí me desespera actuar sin guión, porque empiezo a preguntarme si debo o no debo matar al mosquito y en la duda paso la noche en vela y al día siguiente estoy hecho unos zorros. Dios, como director, no le llega a Woody Allen a la altura de los tobillos (ni Dios, ni el Fondo Monetario Internacional, ni el ministro de Economía, ni el director de tu banco). Nadie sabe nada. A usted y a mí nos han dado un papel que consiste en que trabajemos como esclavos e invirtamos nuestros ahorros en fondos de pensiones para hacer frente a la quiebra de la Seguridad Social. Nosotros trabajamos e invertimos sin conocer el resto del guión, pero convencidos de que se trata de una historia escrita de buena fe, y resulta que a mitad de la película esos fondos se vienen abajo y nos quedamos con tres palmos de narices. No es por alarmar, pero ahora mismo cada español debe a los bancos una media de 14.632 euros y las familias españolas han perdido 72.000 millones de euros en un año por la crisis de la Bolsa.

En el periódico no me lo han dicho nunca de una forma clara, pero les revienta que hable de economía porque para eso ya tienen sus expertos (que ahora seguramente estarán de vacaciones, porque además de expertos son listos). Yo no soy un experto, de acuerdo, no tengo ni idea, pero soy un objeto de la economía, que me usa y me tira después de haberme sacado todo el jugo. Eso me da derecho a opinar. Además, leo con mucho interés las páginas de Economía y, lo siento, pero la única conclusión a la que he llegado es que la ruina, para la clase media al menos, es aleatoria, o sea, que puede sobrevenir o puede no sobrevenir sin que sepamos de qué depende que sobrevenga o no.

No me importaría contar todo el tiempo historias de mosquitos que van y vienen entre tu adolescencia y tú si los planes de pensiones se mantuvieran estables o si hubiera al menos la posibilidad de conocer el argumento entero para saber cómo va a acabar esto. Las películas de Woody Allen suelen tener finales amables y durante su desarrollo, por dramática que sea la acción, pasas un buen rato. Es que no se pueden ni comparar con la realidad, ni con el Ibex, en el caso de que el Ibex sea real. Personalmente, empiezo a sospechar que, más que ministros, necesitamos guionistas, porque el problema es que no hay guión, no hay historia. Esto no va a ninguna parte.

WOODY ALLEN:<i>Dios, como director, no le llega a la altura de los tobillos.</i>
WOODY ALLEN:Dios, como director, no le llega a la altura de los tobillos.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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