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Reportaje:

El valle de las reclamaciones

El Guadiamar se empieza a recuperar gracias al dinero público que las Administraciones exigen ahora a Boliden

Alejandro Bolaños

La multa de 45 millones de euros impuesta por el Gobierno a Boliden y la demanda que va a presentar la Junta contra la compañía tienen un objetivo común: recuperar el gasto al que hacen frente las Administraciones para remediar lo que provocó la rotura de la balsa de esta empresa en Aznalcóllar. Un chorreón de millones de euros (más de 200, si se incluye la aportación de la multinacional) para recuperar el valle del Guadiamar, que sufrió la embestida de seis millones de metros cúbicos de agua ácida y lodos metálicos.

'Dije que, después de nuestra actuación, dejaríamos el Guadiamar mejor que estaba'. La afirmación es del consejero de Empleo, José Antonio Viera, que fue el máximo representante de la Junta en el inmenso dispositivo que fue necesario para la retirada de los lodos. En algunos aspectos, la situación es ya, efectivamente, mejor. En otros, las heridas abiertas por el vertido tardarán en cicatrizar.

La calidad del agua que discurre por los 60 kilómetros del cauce del Guadiamar que van de la mina de Aznalcóllar a Entremuros es, por ejemplo, bastante aceptable. Salvo algunos tramos cercanos a la explotación, en los que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir está volviendo a limpiar, el cauce y sus márgenes están ya libres de lodos tóxicos, y los niveles de acidez, por debajo de lo que era habitual con la mina en marcha.

El río presenta un caudal respetable para ser agosto, una circunstancia que se debe en gran medida a la aportación de la depuradora que la Junta obligó a Boliden a poner en marcha para garantizar que el agua que cubre los lodos del vertido, depositados en la antigua corta de Aznalcóllar, no supere la cota cero, por el riesgo de filtración. 'Ya estamos cuatro metros por debajo', asegura Francisco Mateos, que era hasta este año director industrial de Boliden Apirsa, y que ahora, junto a otros 52 antiguos empleados se encargan del plan de abandono, a cuenta de la empresa autonómica Egmasa.

Las gigantescas escombreras tras la mina demuestran que el trabajo de restauración será complejo. 'La fauna se ha recuperado muy bien', apunta José Luis Sanz, director técnico de obras en el corredor verde del Guadiamar. Se ven liebres, conejos y perdices; los peces han vuelto a colonizar el río y hay algunas huellas de nutrias. El sueño de que esta conexión forestal sea utilizada por el lince para desplazarse entre Sierra Morena y Doñana es eso, un sueño, habida cuenta de la activa presencia humana en la comarca. Sanz, sin embargo cree improbable que los 160 kilómetros de corredor público se convierta en un gigantesco parque periurbano de Sevilla, aunque hay prevista una zona recreativa y carriles para senderismo y paseos a caballo y en bicicleta. 'Es sobre todo un refugio para muchas especies en una zona rodeada de cotos privados de caza'.

La regeneración forestal, que se llevará una parte significaciva de la inversión autonómica (13,5 de los 150 millones previstos) va a su ritmo, o sea lenta. En algunos de los tramos afectados por el vertido, que dejó el valle convertido en un paisaje lunar, se ven encinas y acebuches crecidos, transplantados de las zonas que ocuparan la presa del Andévalo o la autovía de Los Alcornocales. Pero en general, las plantas apenas asoman por encima del tubo de plástico de un palmo de altura que protege su primera fase de crecimiento. Tardarán varios años aún en convertirse en frondosos bosques mediterráneos o húmedos parajes de ribera.

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