Escepticismo
ETA ha vuelto a asesinar, convirtiendo en inútiles toda una serie de especulaciones de días pasados referentes a posibles treguas. Y lo ha hecho a conciencia, si es posible utilizar este término, es decir, con voluntad expresa de matar, sin dejar al azar ese mínimo resquicio que supone el aviso previo y que ha permitido en anteriores ocasiones salvar vidas humanas y disparar, digámoslo también, otra serie de especulaciones insensatas. El objetivo inmediato de ETA es matar, sea cual sea el cielo al que vayan destinados sus sacrificios. Y resulta lamentable que tengamos que esperar a que ETA nos golpee, que hayamos de presenciar la sangre de sus víctimas y el dolor de los familiares y allegados para caer en la cuenta de cuál es el principal gestor de la realidad en la sociedad española actual. Porque con su último atentado, ETA ha vuelto a colocar la política vasca en su sitio.
ETA ha asesinado a conciencia, y lo ha hecho cumpliendo con su vocación inmediata y enfrentándose además a un reto. Es como si hubiera llegado el momento de la verdad. Tras un prolongado silencio, sólo salpicado por golpes de efecto, después de un tiempo en que han sido los demás quienes han movido sus fichas, preparando un escenario que en principio le es poco favorable, he aquí que ETA actúa, para matar por supuesto, pero también para medir su efecto en ese nuevo panorama político que parece cercarla. Sus baterías están preparadas y sus acólitos dispuestos para enfrentarse al reto. ¿Se les aplicará o no se les aplicará a estos la nueva Ley de Partidos? Se comprende que la pregunta pueda ir implícita en el pulso de ETA, lo que no se entiende es que esa pregunta la estén convirtiendo los partidos democráticos en el suspense del verano: ¿se aplicará o no se aplicará la ley? Se me ocurre pensar que la ley se aplica siempre desde que entra en vigor, o que al menos vigila siempre, y que por lo tanto esas conjeturas están fuera de lugar si lo que se pretende es una aplicación rigurosa de la ley y no un golpe escénico que pueda cosechar un estrepitoso fracaso. La ley vigila ya, y si Batasuna comete un delito habrá que aplicársela. Así de simple.
Ahora bien, no va a resultar fácil determinar si la actitud que presumiblemente van a adoptar los concejales y representantes de Batasuna ante este atentado constituirá un apoyo tácito a la actuación criminal de la banda terrorista. Supongamos que se considera que lo es y que se propone la ilegalización de Batasuna por evitar una condena explícita a un acto criminal. La propuesta se atendrá al supuesto más débil de la ley, y los partidos firmantes del pacto antiterrorista habrán de ser cautos para evitar toda disensión entre ellos y todo litigio con los jueces en caso de que la decisión de estos no les sea favorable. Pues bien pudiera ocurrir que Batasuna no fuera ilegalizada y se marcara además el tanto de organizar una nueva refriega entre las instituciones. Todos sabemos que tras la aprobación de la Ley de Partidos Batasuna habrá de caer más tarde o más temprano en flagrante ilegalidad, pero hemos de tener también presente que escenificará su ilegalización con vistas a extraer los mayores réditos políticos y que tratará de explotar lo que ellos consideran contradicciones del sistema con el fin de pasar a la clandestinidad en las posiciones más ventajosas. Lo hace así ya al aprovecharse del abismo actual entre los dos gobiernos y de lo que ellos pueden presentar como incompatibilidades nacionales.
Parece, por lo tanto, que este verano sin sol y sin descanso nos prepara ya una entrada de curso libre de incógnitas. Con Batasuna posiblemente en vía de ilegalización, y con el ultimátum del Gobierno vasco sobre el cumplimiento del Estatuto, el escenario se nos presenta sombrío y repleto de incertidumbres. Quizá nunca el futuro político vasco se había presentado tan imprevisible, tan pendiente de algún movimiento que hoy sólo parece encomendable al azar. Nos gustaría creer que con el tablero de fichas de que se dispone ETA saldrá debilitada, Batasuna se enmendará y adoptará nuevos rumbos, el nacionalismo vasco se replegará de sus posiciones soberanistas y se avendrá a una política más pactista con las demás fuerzas democráticas, al igual que lo harán también los populares y socialistas. Nos gustaría creerlo, pero mucho nos tememos que tendremos que seguir lamentando el fracaso de la política. Continuaremos con la teología.
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