Última cita en Celama
Hacia el ecuador de El oscurecer, la novela con la que Luis Mateos Díez cierra su trilogía sobre Celama, el protagonista dice que no es el más allá lo que le preocupa, que quien 'vivió en Celama ya estuvo en él'. La crónica de ese mundo ficticio que es Celama, su fundación y su lento derivar entre la vida y la muerte, entre los relatos que la fijan en la memoria, acaba en esta novela como una elegía. Lejos de la trama de voces e historias miles de ese palpitante más allá que caracterizaba a La ruina del cielo, aquí su sustancia narrativa se perfila como una despedida liberalizadora en la voz de un viejo, el Viejo, apremiado por la ceguera y el vislumbre de su muerte. Antes de la despedida del mundo, a el Viejo el destino le otorga una última oportunidad para completar su sabiduría y seguir manteniendo intacta su inocencia, como se exigía en la novela anterior a los que regresaban a Celama.
EL OSCURECER (UN ENCUENTRO)
Luis Mateo Díez Ollero & Ramos Madrid, 2002 213 páginas. 14,37 euros
Luis Mateo Díez articula su
nueva novela mediante 46 breves capítulos. Arma una voz omnisciente severa con el adjetivo inútil y respetuosa con la precisión. Pero ello no es óbice para disfrutar con una lengua que crea el agradecido espejismo de una sensualidad fraguada desde la austeridad. Con esta forma vemos dibujado el paisaje donde el Viejo está anclado en un apeadero sin nombre. En algún lugar está Celama, a la que el Viejo no quiere regresar, tal vez porque tiene miedo a no poder mantener su inocencia ni incrementar su sabiduría. En un poste hay un pájaro decapitado, así lo va viendo nuestro protagonista desde el amanecer. Luego habrá un perro vagabundo. Y por fin, un misterioso prófugo de alguna miseria humana, un joven representante del progreso espurio. Precisamente a este joven hace referencia el subtítulo de la novela, Un encuentro. La novela transcurre bajo este duelo dramático entre dos generaciones. El viejo y el joven representan dos mundos casi antagónicos aunque unidos por una peripecia interior: una común sensación de soledad absoluta e indefensión ante el mundo que se aproxima. Uno, además, que se niega a regresar a sus raíces, y el otro que no sabe dónde será menos infeliz. Al final llega un tren, el que se lleva al joven a lo incierto de la existencia. El crepúsculo llega para el Viejo, su oscurecer irreversible. Sólo el pájaro decapitado ya no está en la cúpula del poste. Pero el día sigue siendo el mismo. En realidad, El oscurecer es la novela del regreso. El Viejo está preparado para morir, es decir, para regresar a Celama, ese fantasmagórico suelo del más allá. Nadie podrá pensar en Celama sin asociarlo a Juan Rulfo. En Luis Mateo Díez la territorialidad de su trilogía, sellada con brillantez con esta novela, tiene la fuerza inmaterial de las oraciones necesarias.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.