El caso del concursante renuente
En la novela negra, uno de los procedimientos para atraer de entrada al lector consiste en titular de modo que se produzca un contraste con el presumible contenido. Así, Erle Stanley Gardner, creador del famoso abogado Perry Mason, procuraba que al frente de sus novelas hubiera un rótulo que invariablemente se iniciaba por 'El caso de...' y continuaba con algunas palabras conducentes a ese efecto sorpresa por los términos empleados: 'el gatito imprudente', 'el patito que se ahogaba', 'el reloj enterrado', 'la lata vacía'...
Una de las claves, quizá la esencial de la política española actual bien podría tener como título, al modo de Erle Stanley Gardner, el de este artículo. El presidente, para justificar haber quedado, ante la mayoría de los analistas, peor que el candidato de la oposición se ha declarado 'no concursante'; evidentemente tampoco lo será en los próximos debates sobre el estado de la nación. Así, por supuesto, pretende alejar cualquier hipótesis acerca de una posible derrota. Pero el intento de no ser concursante contradice tanto la realidad como las reglas elementales del juego democrático. Cuando se está en la vida pública se concursa siempre, cada hora y cada minuto, y no sólo en un aspecto concreto, sino también en una imagen global. En el caso de Aznar, además, no se trata tan sólo del capitán de uno de los equipos en liza, sino de bastante más; no en vano se afirma creador y administrador de 'un proyecto de ideas' que no es circunstancial ni está ligado a una concreta tarea de gobierno, sino que la trasciende. No sólo es concursante, sino que lo es con el bagaje del tiempo de permanencia en el poder y la omnipresente capacidad de decisión.
Lo que nos interesa es que ese modo de estar, pretendiendo no estar, impide que nos enteremos de si hay otro modo de gobierno dentro de la derecha española actual. Los principios de ésta son claros, pero pueden ser administrados de muy diferentes maneras. El estilo es esencial y resulta probablemente lo que, en la recta final de la decisión, lleva al elector a depositar su voto en un sentido o en otro. El de Aznar es bien conocido, pero ¿no podría haber otros distintos?
Si repasamos algunos asuntos de la actualidad, comprobaremos que así es. Con respecto a Marruecos, hubiera sido posible detener el proceso de deterioro de unas relaciones o informar a la oposición en su totalidad de lo que se iba a hacer. Visto el papel jugado por EE UU, hubiera sido posible también esperar más tiempo a una intervención militar. En torno al País Vasco, por más que los nacionalistas democráticos proporcionen muy a menudo ocasión para críticas, parece factible que la derecha española esté representada por quien no tenga la imperiosa necesidad de calificar como 'nazis' a los miembros del PNV. En el conflicto de los papeles del Archivo de Salamanca de seguro será posible encontrar personas en la derecha española capaces de tener la sensibilidad suficiente como para descubrir que hay un grave problema político y sentimental que no puede resolverse con un no taxativo a las peticiones de la Generalitat. Y, en fin, en materia de reformas educativas habrá quien sea capaz de diseñar algunos principios y luego tratar de consensuarlos con la oposición en vez de iniciarlas con una pirotecnia agresiva para luego ir modificando su contenido pero sin con ello conseguir que su contenido sea el apropiado. Incluso hay en la derecha española quien admite que, en efecto, hubo una huelga general.
Lo malo de una situación como la presente es que acentúa los conocidos rasgos poco positivos del concursante que no quiere serlo, pero no le queda más remedio que aparecer como tal, mientras que no llegamos a apreciar las posibles virtudes alternativas del concursante de 2004. Quien sale perdiendo como consecuencia de todo ello es la derecha española, pero también el conjunto de los ciudadanos. La razón estriba en que el procedimiento sucesorio del concursante renuente es inapropiado e incluso puede resultar letal.
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