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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historias de empresarios

La historiografía española ha sufrido de antiguo un desequilibrio paradójico: concedía a la burguesía un protagonismo determinante en la política mientras desconocía por completo a los invididuos que la formaban. Se habló mucho de burguesía revolucionaria y reaccionaria, se le atribuyó un papel principal en la revolución liberal y en la reacción conservadora sin conocer siquiera el rostro de ningún burgués. De esta manera, la burguesía, o la patronal, servían igual para un roto que para un descosido: sujetos de la revolución, eran también responsables de la reacción.

Este reduccionismo que olvida a las personas de carne y hueso y ve en lo político un mero reflejo de intereses económicos ha sufrido en los últimos años golpes certeros propinados, entre otros, por los autores de estos libros. Díaz Morlán había publicado ya, en la meritoria colección de LID Editorial, una biografía de Horacio Echevarrieta y ahora ha ampliado el ámbito y el tiempo de su trabajo con esta excelente saga de los Ybarra. Cabrera y Del Rey son autores de sólidas monografías sobre organizaciones patronales y ahora se han atrevido con un siglo y cuarto de poder empresarial. No podía pensarse en una coincidencia más oportuna que permite, por el lado biográfico y corporativo, enriquecer notablemente nuestros conocimientos sobre la presencia de empresarios en la esfera pública.

LOS YBARRA. UNA DINASTÍA DE EMPRESARIOS, 1801-2001

Pablo Díaz Morlán Marcial Pons. Madrid, 2002 378 páginas. 21 euros

EL PODER DE LOS EMPRESARIOS. POLÍTICA E INTERESES ECONÓMICOS EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA (1875-2000)

Mercedes Cabrera y Fernando del Rey Reguillo Taurus. Madrid, 2002 470 páginas. 19,50 euros

Los Ybarra son en efecto una dinastía, iniciada con el patriarca José Antonio Ybarra de los Santos, casado en 1801 con Jerónima González de Caviedes. Él, comerciante en vena y hierro que no hizo ascos al comercio de esclavos con Cuba ni al préstamo con interés a los ferreteros que le compraban la mercancía; ella, propietaria y administradora de una próspera tienda. Ambos, pues, del comercio, origen de la acumulación de capital que permitió a los herederos expandir la actividad de la firma. No andaba tan descaminado el viejo Marx cuando trazaba las sucesivas etapas de la expansión capitalista, mercantil, industrial, financiera, cumplidas aquí en tres generaciones: el patriarca, los hijos, los nietos, que van saliendo a escena aprovechando todas las oportunidades: abastecimiento de tropas, ferrocarril, arrendamiento de explotaciones mineras, fundación de periódicos, construcción de Altos Hornos, creación de bancos.

Pero Díaz Morlán no se limi

ta a contar la vida de los Ybarra como empresarios y a no perderse, ni perdernos, en lo que, desde principios del siglo XX, de familia se ha transformado en clan, sino que los acompaña en su ascenso hacia el poder social y político. Lo primero, con sus relaciones, sus matrimonios, su catolicismo, con la ocupación de un territorio en la ciudad, por Abando y el Campo Volantín hacia Neguri, 'Ciudad de Invierno', donde van construyen hotelitos y palacios, un ámbito exclusivo de sociabilidad. Lo segundo, con el anudamiento de relaciones políticas que en el hijo del patriarca emigrado a Sevilla culminan en su propia persona y que en Vizcaya esperan a la tercera generación para derivar hacia una militancia activa. El coste del poder cierra esa larga etapa con el recuento, impresionante, de los muertos en el frente o asesinados en retaguardia durante la guerra civil. La entrada de las tropas de Franco en Bilbao garantizó a la familia una 'larga victoria', con la recuperación de las empresas y la asunción de nuevos cargos políticos, hasta el final, un tanto precipitado, con la abrupta jubilación de Emilio Ybarra, que Díaz Morlán considera el fin de una etapa empresarial y a la par política de la familia.

Cabrera y Del Rey se han propuesto someter a prueba la venerable interpretación que atribuye a 'los de siempre' todo lo ocurrido en el ámbito político desde la restauración monárquica de 1874 hasta el triunfo del Partido Popular en 2000. Su argumento es que lejos de formar un bloque de poder oligárquico, los intereses económicos no pasaron de articularse, durante el largo periodo de la Restauración, como universo atomizado en el que lo local predominó sobre lo nacional. Lo cual no inutiliza la tesis de la estrecha vinculación entre intereses económicos y poder político, que los autores describen como contactos personales y redes clientelares, sino que le da un más exacto significado: más que bloque, aquello fue pugna constante de intereses en la que casi siempre resultó difícil alcanzar posiciones comunes. De modo que si los intereses económicos tuvieron un protagonismo cierto en el juego político de la Restauración, no resultaron determinantes, ni explican todos los avatares de las luchas políticas.

¿Los explicarían durante la

dictadura de Franco? La vieja tesis de que el Ejército actuó como brazo armado de la reacción burguesa lo querría así, pero, como se podría sospechar, Cabrera y Del Rey no están por la labor. Más bien se acercan a la tesis de Juan Linz, que tenía la posición de los empresarios en el régimen como de 'impotencia privilegiada', según recuerdan los autores. Los empresarios no pudieron actuar corporativamente, ni dispusieron de canales de representación orgánica, ni influyeron en la elaboración de las dos políticas económicas que definen al régimen, la autárquica de los años cuarenta y la 'liberalizadora' de los sesenta, pero no por eso dejaron de sacar la mejor tajada posible en cada una de esas circunstancias. Luego, con el retorno de la democracia, tantearon nuevos caminos, tentados en los primeros momentos por la posibilidad de actuar no ya como grupo de presión, sino como sucedáneo de partido político: Ferrer Salat y la CEOE soñando con ser alternativa de Suárez y de la UCD. El triunfo abrumador de los socialistas, reconvertidos del proyecto de fundar un socialismo del sur al más prosaico de consolidar la democracia, tuvo el curioso resultado de devolver a los empresarios cierto orgullo de casta. Y hasta hoy.

Estas dos obras prueban lo mucho y bueno que se ha sembrado durante los últimos años en el antes abandonado, hoy floreciente, campo de la historia empresarial.

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