Director interino del San Juan
El cronista ha seguido las jornadas del debate sobre el estado de la nación y las inmediatas jornadas de la guerra del Perejil, con la misma piel de gallina con la que de niño siguió la jornadas cinematográficas del malvado Fu Man Chú. Su curiosidad le llevó a contemplar la imagen de Eduardo Zaplana, engalanado de ministro de Trabajo, Asuntos Sociales y corbata verdeceledón, y hasta leyó cómo el yacente senador territorial Juan Seva renunció a su escaño de sestear, en favor del ex president, que se había quedado con cartera, pero sin defensa parlamentaria. El firme ademán de Juan Seva ha sido histórico: más vale orgullo y honor sin senaduría, que una silla de tijera en la Explanada. El cronista no le ha quitado el ojo a ese sol deslumbrante, que ciega a algunos, despelleja a otros y a los terceros les socarra el escaso seso.
En la última categoría, recluta el cronistas al actual director en funciones del Hospital de San Juan de Alicante, en un gesto tan considerado como benévolo, del que el susodicho ni se percata. Aunque no haría mal papel en el catálogo del reino mineral. El cronista supo cómo el viernes, en el transcurso de una rueda de prensa, el director en funciones arrebató la palabra, a quien estaba en su uso: un voluntario de la organización solidaria con los saharauis. Y lo hizo de forma grosera, abrupta, cutre, vulnerando todo principio de civismo, respeto y cortesía. Y lo hizo precisamente, tras el paso por el quirófano de un niño saharaui, de los muchos que atiende el citado centro hospitalario, desde hace años, con la decidida y eficaz cooperación de pediatras, oftalmólogos, anestesistas, enfermeros y auxiliares, que tan reiteradamente demuestran su profesionalidad, su solidaridad y su calidad humana. Y lo hizo, al margen de las fluidas relaciones entre los directores titulares del Hospital de San Juan, los representantes del pueblo saharaui y los miembros de la asociación de amistad. Y lo hizo, con desprecio a la libertad de expresión, de quien debía exponer, por acuerdo previo, la situación de este pueblo, ya casi en vísperas de que el Consejo de Seguridad de la ONU, trate de solventar, de una vez, un conflicto que se perpetúa, y cuya única salida, en el marco de la legalidad internacional, es el referéndum de autodeterminación, que cuenta con el apoyo del gobierno de España.
Perplejo quien intervenía, por una interrupción tan garbancera, se contuvo por respeto a los asistentes y a sí mismo. Pero el cronista sabe que percibió un gesto en el desplante, y que aquel gesto hedía. Sabe del olfato de quien fue batuecamente desautorizado, y hasta en qué punto de su parlamento. Había otras formas, pero el director en funciones hizo alarde de su patanería. Y el cronista sabe, por último, que el voluntario no consiente ese tipo de comportamientos: preserva con todo rigor los derechos ciudadanos, y conoce que aquel gesto, hedía. Hedía a quien se adorna de talante autoritario y fascista. Pero ya se dará cuenta pormenorizada a quienes corresponde.
Mientras, el cronista cavila que si ha hecho fortuna el dicho: Salir del armario; el director en funciones del Hospital de San Juan, tiene la oportunidad de enriquecer esa fraseología popular: Encerrarse en el trastero. ¿Acaso da para más?
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