Edificios tras el 11 de septiembre
Arquitectos y pensadores reflexionan sobre el futuro de la arquitectura tras el atentado de Nueva York
El atentado que hace diez meses acabó con las Torres Gemelas de Nueva York abrió un debate en todo el mundo sobre el futuro de esas construcciones gigantescas que pueblan las megalópolis. A partir de esa corriente de sensaciones y opinión, se ha desarrollado en Bilbao el curso Ciudad, edificio y símbolo tras el desplome de las Torres Gemelas de Nueva York, dentro de los III Encuentros de Arte y Cultura.
Durante esta semana, ha habido opiniones para todos los gustos. Oriol Bohigas, ayer mismo en la clausura del curso, desvinculó el atentado de cualquier crisis del rascacielos. 'Es una tipología clásica del siglo XX, implantada con el descubrimiento y generalización del ascensor, que supone el uso de la arquitectura no sólo desde la utilidad, sino sobre todo desde su capacidad de convertirse en símbolo', explicó el arquitecto catalán.
A pesar de sus altos costes de construcción, Bohigas también destacó la facilidad de su diseño. 'Es más fácil hacer un rascacielos que una casa de tres pisos', comentó uno de los impulsores de la nueva Barcelona que surgió en 1992, como autor de la Villa Olímpica.
La de Bohigas era la última intervención de una semana que había abierto el director del curso, el arquitecto Iñaki Galarraga, con una declaración provocadora: el atentado contra las Torres Gemelas se podía equiparar a otras tragedias arquitectónicas de la Humanidad como la destrucción de Babilonia o la del templo de Jerusalén. Era una introducción atrevida para el debate entre los ponentes.
'En general, la reflexión se ha movido en dos campos definidos: la consideración puramente política del atentado y la de quienes consideran que sí marca un punto de inflexión en el papel simbólico de las grandes edificaciones', explica el también profesor de la Escuela de Arquitectura de la UPV.
En el segundo caso se pueden encontrar las reflexiones del crítico de arquitectura de Le Monde, Jean Edelmann, quien reflexionó, en su ponencia, sobre las vinculaciones entre los edificios y los genocidios; en fin, un acercamiento a las arquitecturas conmemorativas.
Y es que ésta ha sido una de las referencias que han dominado el curso: cómo se conserva la memoria de los edificios de la zona cero en el futuro. El mejor para hablar de ello era sin duda Hani Rashid, arquitecto que vivió aquel acontecimiento en directo, en compañía de su hijo de cinco años.
Rashid es, además, uno de los participantes en la propuesta de la galería neoyorquina Max Protectch en busca de soluciones para este solar devastado. Hay proyectos para todos los gustos, como se puede descubrir en la página web de la galería (www.maxprotetch.com). Rashid apuesta por unas nuevas construcciones de uso privado, que no sean unos edificios nostálgicos, pero que sí mantengan un lugar para el recuerdo.
Estas herederas de las torres del World Trade Center de Minoru Yamasaki mantienen su presencia dominante en el skyline de la megalópolis estadounidense, de una forma duplicada, para reafirmar su presencia.
Rashid también apuesta en estas edificaciones dinámicas y sinuosas por la inclusión de jardines aéreos y grandes piscinas. Los interiores estarían iluminados por la luz del sol y con ventilación natural, y ofrecerían lugares para la observación, la contemplación y la meditación. Todo ello en unas torres destinadas al trabajo en la era digital.
Pero hacen falta inversores. Y, tal y como comentó Josep María Acebillo, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, existe una desconfianza de las grandes multinacionales hacia este tipo de edificios, tras el 11-S. Lo que, según Oriol Bohigas, era una de las razones de los rascacielos (la imagen, el prestigio de las grandes compañías), ha dejado de tener atractivo.
Desde su perplejidad ante semejante acontecimiento, Benedetta Tagliabue (viuda de Enric Miralles y responsable en la actualidad del estudio de arquitectura común), aportó el comentario de la distancia emocional, desde su vinculación cercana con Nueva York: 'Todo se olvida y esto también se olvidará', sostuvo Tagliabue.
Quizá porque en estos momentos, la arquitectura ya sólo sea piel, pura fachada. Miguel Garai, de la UPV, ofreció sus reflexiones sobre la arquitectura textil, algo sobre lo que también abundó Bohigas en la conferencia de clausura. 'La arquitectura de prestigio no tiene en cuenta la realidad de la calle, los problemas sociales', comentó el arquitecto catalán.
Esta estética de la piel, donde lo importante ya no es ni siquiera el volumen o el espacio, ha llevado a unas construcciones que ya sólo tienen como fin la sorpresa formal. Las reacciones después del 11 de septiembre son fiel reflejo de esta consideración de la arquitectura como espectáculo.
Así lo refleja la obra más importante realizada en la ciudad después de los atentados, la tienda de Prada en el Guggenheim Soho. 'El proyecto de Rem Koolhaas es más de lo mismo: no parece que sea un lugar para la compra; es la exhibición escultórica del arquitecto', concluyó Bohigas.
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