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Reportaje:

La soberanía vasca divide a IU

El apoyo de la federación vasca a la iniciativa de autodeterminación del PNV preocupa a la mayoría de la coalición

Carlos E. Cué

Hace menos de un año que Ezker Batua, la federación vasca de Izquierda Unida, entró en el Gobierno de Euskadi, y ya ha surgido la primera gran crisis por su apoyo incondicional a la nueva propuesta soberanista del PNV y EA, que hoy se vota en el Parlamento de Vitoria.

Fuera del País Vasco nadie parece estar de acuerdo con la posición de la federación dirigida por Javier Madrazo, cada vez más cercana a los nacionalistas. Ni siquiera Gaspar Llamazares, líder de IU, que hasta ahora había apoyado casi sin resquicios al líder vasco, uno de sus máximos aliados.

El martes distribuyó una nota muy dura: 'No es la mejor respuesta incorporarse a esta estrategia de confrontación mediante un propuesta inviable'. Pedía además que para cualquier debate de este tipo hay que esperar al cese de la violencia. Y añadía que la abstención de Batasuna convierte aún en más 'difícil de entender' para todos el nuevo proceso soberanista en el que ha entrado el nacionalismo con apoyo de Ezker Batua. Ayer mismo, Llamazares comentaba la 'frustración' que le supone una iniciativa como ésta, que 'no genera ningún consenso'.

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Las críticas de otros dirigentes, como Felipe Alcaraz, portavoz parlamentario, Francisco Frutos, secretario general del PCE, o Félix Taberna, el coordinador de Navarra, van en el mismo sentido, aunque son más duras. Madrazo no asume esos reproches y se niega a comentarlos.

La preocupación se centra en las consecuencias que esta decisión de la federación vasca en el resto de España. 'Si ni siquiera aquí, en Navarra, donde nuestro electorado tiene un componente nacionalista, vemos clara esta deriva hacia el soberanismo, imagínate en Extremadura', dice Taberna con amargura.

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Los dirigentes tienen claro que esta última polémica les debilita precisamente cuando, con su activa participación en la huelga general, estaban recuperando su papel natural: la oposición próxima a los trabajadores.

Nadie acaba de entender por qué EB, que prometió que marcaría un perfil propio, no se ha distanciado de la propuesta. Llamazares argumenta que 'estar en un Gobierno tiene su costo'. Pero otro dirigente cita el ejemplo francés, donde los comunistas votaban en contra de muchas medidas pese a estar en el Ejecutivo junto a los socialistas. 'Nosotros somos federalistas, no nacionalistas, nadie va a entender esta propuesta', sentencia Alcaraz.

A pesar de toda esta oposición, la debilidad de la organización y las experiencias negativas del pasado -ahora se está recomponiendo en Cataluña lo que se rompió en 1997- impiden que la crisis llegue a más. Llamazares aguanta la presión, incluso de asesores suyos, para que sea más agresivo con Madrazo y se conforma con dar algunas pinceladas para que se vea con más nitidez una posición propia de la dirección de IU.

Lo que todos admiten es que la deriva de EB hacia posiciones cercanas al nacionalismo es imparable. Las explicaciones son varias, pero la principal es electoral. En un momento de hundimiento de EH, Madrazo ya comenzó antes de las últimas elecciones vascas su apuesta por acaparar parte de ese voto. En contra de los comunistas vascos, que son la oposición en EB y suponen un 40% de una organización pequeña, alrededor de 2.000 militantes.

Gracias a esta nueva estrategia, Madrazo logró 7.500 votos más y pasó de dos a tres parlamentarios. Pero lo hizo a costa de perder voto obrero, tradicional, y ganar electores de EH, que podrían volver a esa formación. Los datos son elocuentes. En poblaciones de trabajadores, con fuerte componente de inmigración, EB bajó. Así se ve en los datos de Barakaldo, Ermua, Portugalete o Santurtzi. Y subió en municipios de dominio nacionalista, como Azpeitia, Bergara, Hernani o Mondragón.

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