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Columna
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Sur-realistas

Eran guapos, jóvenes, inteligentes, apasionados, iconoclastas. Querían cambiar el mundo, y, atentos a las doctrinas de Freud, creían haber encontrado, en la 'escritura automática', la fórmula para lograrlo. Más que de iniciar un novel movimiento literario-artístico, se trataba de propiciar una revolución en profundidad del ser humano, una revolución total que, al liberar la energía creativa retenida en las hondonadas de la psique, diera lugar, sintetizando subconsciente y consciente, a una sensibilidad distinta. El programa no podía ser más pertinente y atractivo -la guerra mundial había echado definitivamente abajo cualquier optimismo acerca del Hombre Viejo-, y André Breton era un pensador original y riguroso con gran capacidad de liderazgo. Y así nació el surrealismo.

El primer manifiesto de Breton (octubre de 1924) no tardó en ser conocido y comentado en la madrileña Residencia de Estudiantes, tan en contacto con Europa y donde ya se leía ávidamente al fundador del psicoanálisis. El manifiesto, sin duda uno de los documentos culturales clave del siglo XX, no era de lectura fácil, ni mucho menos, pero sus líneas maestras sí quedaban claramente expuestas, así como su llamada a la acción. Breton estaba convencido de que el hombre se encontraba en una crisis tan acuciante que sólo le salvaría el descubrimiento de su mundo interior más oculto. Fue escuchado.

Unos meses después, en la primavera de 1925, arribó a la Resi, como embajador de Breton, el escritor Louis Aragon, invitado para discurrir sobre el nuevo movimiento. Estuvo debidamente provocador, y arremetió con su insolencia habitual contra la sociedad burguesa, a su juicio culpable de todos los males que entonces afligían al hombre. Se expresó en francés y, según parece, no se publicó en la prensa madrileña una sola reseña de la conferencia. Dalí y Lorca se la perdieron (Buñuel ya estaba en París), pero cabe pensar que se enteraron de su contenido al volver a la capital. Es posible que Aragon dejara una copia de la misma con sus anfitriones. Y de todas maneras se reprodujo parte del texto dos meses después en la revista La Révolution surréaliste.

Poco a poco el mensaje surrealista fue calando entre los jóvenes poetas españoles, sobre todo los andaluces. Ya para 1929, como se sabe, Aleixandre, Cernuda, Alberti y Lorca sintonizaban, cada uno a su manera, con la 'disposición mental' del grupo capitaneado por Breton. Y hubo un momento -cosa menos sabida- en que Málaga casi se convirtió en capital del movimiento en España. Ocurrió cuando Dalí y Gala pasaron unas semanas en Torremolinos en abril de 1930, invitados por José María Hinojosa. La estancia dio lugar a numerosas anécdotas, y al surgir la propuesta de fundar en la ciudad una revista surrealista, Dalí promete su apoyo. Pero el proyecto no cuaja. Entretanto Alberti ha publicado Sobre los ángeles, Cernuda ha acabado Un río, un amor, Aleixandre es más surrealista que nunca y pronto volverá Lorca desde Cuba con los asombrosos Poeta en Nueva York y El público bajo el brazo. Con los poetas del Sur español el movimiento liberador iniciado por Breton dio, de verdad, inmejorable fruta.

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