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COYUNTURA INTERNACIONAL
Columna
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Bancos centrales, esperar

Sonsoles Castillo

Esperar, al menos en el corto plazo, es la recomendación que se podría hacer al BCE y a la Reserva Federal. Los argumentos para que la Fed no suba tipos en los próximos meses son bastante obvios. Primero, porque no se aprecian ni se prevén en un futuro inmediato presiones inflacionistas en la economía estadounidense.

La inflación se sitúa puntualmente en mínimos históricos, favorecida por un efecto salida del repunte del precio del petróleo el año pasado, y es previsible que retorne a tasas cercanas al 3% a finales de año. Un nivel más acorde con la inflación subyacente, que se mantiene prácticamente estable en los últimos años. Y segundo, porque la recuperación económica está en un punto crítico ante el panorama en los mercados de renta variable.

Las incertidumbres pendientes aconsejan tanto a la Reserva Federal como al BCE mantener tipos, aunque por motivos distintos

Y es que a nadie se le escapa que cuanto más se alargue en el tiempo este pesimismo, mayor será la probabilidad de que se deterioren las expectativas macroeconómicas. El desplome, de mantenerse, puede afectar negativamente tanto a la inversión en equipo como al consumo. En su última reunión del 26 de junio la Fed mantuvo el sesgo neutral de la política monetaria, a pesar del pesimismo que se ha adueñado de las bolsas y de que se especuló incluso con la posibilidad de que se produzca un nuevo recorte de tipos. La Fed, por tanto, debería esperar a que se produzca un punto de inflexión en los mercados y que éstos empiecen a evolucionar en línea con la actividad económica.

En la zona euro los motivos para, de momento, mantener tipos son bien distintos. A diferencia de EE UU, aquí sí se observa que los riesgos sobre la inflación son al alza. Aunque la inflación se ha situado en junio puntualmente por debajo del 2%, las perspectivas apuntan a que se sitúe este año y el que viene sobre el 2%. Además, las incertidumbres son muchas (evolución salarial y de las cuentas públicas, posible extensión del efecto redondeo del euro o crecimiento de la M3) y apuntan todas ellas al alza. El desplome bursátil también importa, pero sus efectos son más limitados y podrían afectar más a las empresas que a los consumidores, dada la estructura de los tenedores de acciones.

El elemento distintivo para Europa es el euro. Desde el mínimo de febrero, el euro se ha apreciado un 4,5% en términos efectivos reales y un 3,6% desde mayo. Aunque el efecto de esta apreciación, en inflación y crecimiento, no es inmediato, lo cierto es que, acumulada, equivale a una subida de tres cuartos de punto de los tipos de interés. El euro ha hecho, por tanto, buena parte del trabajo al BCE. En este contexto, el BCE podría esperar para subir sus tipos hasta el cuarto trimestre.

Sonsoles Castillo es economista del Servicio de Estudios de BBVA.

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