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Columna
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Como agua y aceite

Cuentan los enterados que las reuniones entre Aznar y Pujol obedecen siempre a un mismo patrón: el presidente del Gobierno plantea con aspereza sus reclamaciones o sus propuestas. Pujol se niega, y a continuación la conversación languidece porque los dos personajes apenas tienen qué decirse. Una situación como la descrita resulta muy distinta de la que se producía en el mejor momento de las relaciones entre Felipe González y Pujol. Procedentes de experiencias biográficas comunes, siempre había puntos de contacto que permitían resolver los eventuales conflictos.

Una de las grandes esperanzas de 1996 fue que en esta ocasión la derecha española lograra pactar de forma estable con los nacionalismos periféricos. El acuerdo entre el Gobierno y CiU ha constituido durante años un óptimo ejemplo de una sólida institución burguesa decimonónica: el matrimonio de conveniencia. Esta institución no debe ser juzgada con ojos críticos: no proporciona momentos de volcánicos amores pero ha sido secularmente estable. Llegados al año 2002 el matrimonio de conveniencia resulta cada vez más difícil. En realidad siempre se basó en la existencia de necesidades paralelas: el ejemplo óptimo lo constituye el intercambio de apoyos parlamentarios en las Cámaras estatal y de la comunidad autónoma. Pero un matrimonio de conveniencia difícilmente puede durar si a la necesidad sentida con urgencia por una parte no le corresponde igual sentimiento en la otra. Pujol necesita los votos del PP como el maná del desierto y Aznar utiliza los de CiU como simple elemento de adorno.

El obstáculo para la estabilidad de un matrimonio de conveniencia es siempre la posibilidad de que una de las partes demande lo que no aparece recogido en el contrato. Hoy el PP exige muestras de fervores eróticos imposibles. Pero, además, diversos y sucesivos incidentes han hecho inviable esa frialdad en la relación que caracterizó a los acuerdos matrimoniales de otra época. Un ejemplo de ese roce continuo puede ser la negativa a la suscripción del Pacto Antiterrorista. Lo que impide que la relación entre CiU y el PP mantenga la estabilidad de otro tiempo es la diferencia de confort entre ambos. Al final de una larga etapa de Gobierno en que se va a producir la sustitución de un líder excepcional por su duración y carácter simbólico, CiU ha tenido que driblar toda una serie de episodios de discrepancia interna y de corrupción. La situación presente les mantiene en el poder, pero no cabe la menor duda de que su corazón está muy lejos de unos políticos del PP que deben ser vistos como una reedición en rústica de la derecha tradicional española. El confort del PP nace no sólo de su sobreabundancia de votos sino de que también en Cataluña existe la conciencia de que una parte del nacionalismo ha incrementado en exceso sus reivindicaciones.

Cabe preguntarse cuál puede ser el resultado final de esta situación. Un matrimonio de conveniencia puede concluir en civilizado divorcio, pero los antecedentes y las circunstancias hacen pensar también en la posibilidad de una ruptura más procelosa con rotura de platos y escandalera en el patio de vecindad. Hay una razón muy simple: para ambos cónyuges resultaría funcional la gresca. Como quiera que sea, no cabe la menor duda de que las relaciones entre el Gobierno catalán y el de Madrid pasan por un momento muy interesante que quizá dé lugar a conmociones imprevistas. La fórmula del matrimonio de conveniencia puede haber resultado funcional, pero cabe pensar si ahora no está ya agotada. Siempre cabrá la posibilidad de mantener la tradicional espiral reivindicativa del catalanismo, pero eso tiene también sus muy obvias limitaciones. En realidad, lo verdaderamente novedoso consistiría en reverdecer las esperanzas de 1996. Pero la sabiduría popular nos informa de que cualquier mala situación política española es susceptible de empeoramiento indefinido. Hoy, en un momento en que las cuestiones de principio parecen crear un obstáculo insalvable, nos hallamos a años luz de esa posibilidad. Pero, ¿qué duda cabe de que si fuera viable avanzaríamos definitivamente en la integración de las Españas? Así sería, pero esta posibilidad está por el momento muy lejana.

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