_
_
_
_
Reportaje:

Una policía amenazada

La Ertzaintza celebra su 20º aniversario mirando a Europa y con todos sus agentes en la diana de ETALa Ertzaintza celebra su 20º aniversario mirando a Europa y con todos sus agentes en la diana de ETA

La Ertzaintza (policía vasca) llegará al próximo 24 de octubre, fecha en la que celebra su 20 cumpleaños, con 200 nuevos aspirantes a llevar la txapela roja tras pasar por el horno de la Academia de Arkaute (Álava). Y sin embargo nadie oculta ya el abismo que existe entre los aprendices de policías de entonces, que pensaban más en convertirse en unos bobbys a la vasca, y los que para este otoño estarán tachando los días en su calendario para una licenciatura, más que nunca, de fuego, cristales rotos y nueve milímetros parabellum.

Uno de aquellos agentes de las primeras promociones aseguró hace dos años en plena precampaña vasca -donde la ineficacia de la Ertzaintza contra ETA y la acusación de complacencia con ese mundo fueron caballo de batalla electoral- que 'en Arkaute nos vendieron la idea de que íbamos a formar una maravillosa policía de un país idílico (...) Ibamos a ser agentes que se pasearían desarmados porque el simple uniforme y la ikurriña bastarían y sobrarían para ser respetados y queridos'.

Más información
Desigual aceptación sindical del voto electrónico

La realidad, sin embargo, ha convertido a todos y cada uno de los 7.300 ertzainas en objetivo directo de la organización terrorista. Fue la propia ETA la que dejó por escrito en el zutabe (boletín interno) de diciembre de 2000, en el que abría la posibilidad de atentar indiscriminadamente contra la policía vasca, que los ertzainas habían pasado de 'ayudar a cruzar la carretera a los aitites [abuelos] a asumir un carácter represivo, y ese carácter lo han adquirido de la Guardia Civil y de la Policía Nacional'.

Desde 1985, año en el que ETA asesinó al teniente coronel del Ejército y mando de la policía vasca Carlos Díaz Arcocha, han sido 13 los ertzainas asesinados y muchos más los que han sufrido ataques con cócteles, han visto sus coches particulares calcinados o los negocios de sus familiares pintarrajeados con la palabra maldita preferida por los aprendices de etarra: cipayos.

Hoy, al abrir un periódico o al sintonizar la radio el ciudadano puede seguir una campaña de publicidad gubernamental animando a la población a unirse a la policía vasca como si de una versión revisada del Tío Sam se tratara. Interior intenta así suplir la falta de vocaciones para ertzaina, algo que en la pasada promoción dejó vacantes, tras la pruebas y renuncias de última hora, 80 de los 281 plazas convocadas.

Aquellos 603 primeros ertzainas -278 dedicados a proteger las instituciones y 325 a regular el Tráfico (aunque éstos últimos aún tardarían otros cuatro meses en hacerse cargo del Tráfico y hacer desaparecer definitivamente a los beneméritos motoristas de las carreteras vascas) y todos los que les han seguido hasta la decimoséptima promoción, que espera ahora su primer desfile en la academia, nunca sospecharon el coste que iba a tener llevar la txapela roja del orden en el País Vasco. Tampoco Ana Isabel Arostegi y Francisco Javier Mijangos, los dos patrulleros que fueron tiroteados y rematada ella en el suelo mientras regulaban el tráfico en Beasain (Guipúzcoa) en noviembre pasado.

Perder la inocencia

El colectivo pronto empezó a perder su inocencia. Primero fueron las enormes dificultades para arrancar del Gobierno central una policía autonómica, encabezada desde antes de su creación formal por el entonces todopoderoso consejero peneuvista e íntimo amigo de Xabier Arzalluz, Luis María Retolaza. Luego llegarían los primeros escándalos y las acusaciones de enchufismo en la policía a favor de personas afines al nacionalismo, una aureola, la de 'policía política' que todavía planea en muchas de las comisiones de Interior que se celebran en la Cámara vasca o en algunos comunicados sindicales. En el verano de 1986, en plena crisis sin retorno en el PNV, la Ertzaintza recibió su bautismo en operaciones encubiertas al margen de la ley: las escuchas ilegales al entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, a manos de dos ertzainas que fueron finalmente condenados en los tribunales. Y, finalmente, el durante un tiempo retrasado enfrentamiento directo contra ETA como policía integral en la etapa de Juan María Atutxa.

El actual consejero vasco de Interior, Javier Balza, prefiere no bajar tanto al detalle, hacer un balance mucho más genérico. Y, sobre todo, mirar más al futuro y a la posición que, a su juicio, debería tener la policía vasca en el espacio de seguridad creado en la Unión Europea (UE) tras el 11-S si no 'queremos convertirnos en una gran y muy bien preparada policía local'.

'Si los años 80 fueron los de la creación de nuestra policía y la década de los 90 la del despliegue en todo el territorio, el nuevo milenio debe ser el de la participación directa en el espacio común europeo de Seguridad', dice Balza.

Aquel otoño sombrío del 82, justo unos días antes de que los socialistas ganaran las elecciones generales con más de 10 millones de votos, dará paso el martes 25 de junio a una celebración en la sede del Gobierno vasco. Habrá discurso del lehendakari, Juan José Ibarretxe, y Balza realizará también un balance de estas dos décadas. Serán dos muestras de respaldo institucional a un colectivo que atraviesa por uno de sus momentos más bajos de moral. Algo que ni la estadística puede oculta: una tasa de absentismo en el primer trimestre por encima del 10% y un crecimiento inusitado de las bajas por ansiedad y depresión, que han pasado de 20.751 días perdidos por ambos motivos en 2000, a 35.643 jornadas perdidas el pasado año.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_