Apoyo a la delincuencia
Siendo viajero del tren de Villalba me ha pasado de todo. En una ocasión subieron en Pitis una panda que parecía que habían consumido tóxicos, acompañados de perros de presa, y los perros se ensuciaron en el vagón. Otra vez, otros hicieron una fiesta, agitaron sus bebidas efervescentes, nos mojaron a varios, etcétera. Pero siempre los 'normales' callamos por miedo a la represalia.
El pasado día 19, en la estación de Villalba, un chico se sentó en la barandilla de las escaleras mecánicas. La escalera empezó a frenar y a hacer ruidos. Un vigilante se dirigió a él recriminándole. Asombrosamente, una señora gritó al vigilante: '¡Pero no le pegues!'. El vigilante se retiró diciendo: 'Lo de siempre'. Nadie dijo a la señora: 'No le ha pegado, está equivocada', y al vigilante: 'Tranquilo, seré testigo de que usted se ha comportado bien'. Nos comerán los bárbaros gracias a los que confunden los derechos humanos y a la mayoría pusilánime y silenciosa, entre los que me cuento.