Competitividad
Los datos publicados esta semana son elocuentes de la galopante pérdida de competitividad que viene caracterizando a la economía española. El diferencial de inflación frente a los países de la Unión Monetaria (UEM) se disparó en mayo hasta máximos del último quinquenio -1,7 puntos porcentuales-, mientras que los costes laborales unitarios crecieron en el primer trimestre de 2002 un 4%, por encima de la media del área euro.
En todo caso, más allá del análisis tradicional basado en indicadores de precios y costes resulta de especial relevancia indagar en los elementos de carácter estructural que están mermando la competitividad. El patrón de comercio español, especializado en sectores de tecnología media y baja, es sin duda el principal lastre para nuestras exportaciones en un contexto de diferenciales de inflación al alza.
La producción en sectores de alta tecnología retrocedió un 3,5% en 2001 mientras que las importaciones aumentaron un 4,7%
El índice de especialización de nuestras exportaciones, calculado por el Banco de España, muestra cómo la participación de las ventas de bienes producidos en industrias de alto contenido tecnológico es muy reducida en comparación con el resto de países de la UEM y además experimenta un preocupante descenso en la última década. En sentido contrario, las industrias de tecnología media y baja representan un porcentaje muy elevado de nuestras ventas. La primera consecuencia de una estructura productiva tan tradicional es la mayor vulnerabilidad de las exportaciones, ya que competimos con países emergentes que disfrutan de una relación real de intercambio más favorable.
No parece casual, por tanto, que el sector industrial sea el que está padeciendo en mayor medida las consecuencias de la actual fase de desaceleración económica. De hecho, la producción industrial inició la fase descendente de forma anticipada respecto al resto de países de la UEM, lo que sugiere la existencia de factores internos como desencadenantes de la crisis, previos a la caída de las exportaciones.
En este sentido llama la atención que en año 2001 la producción en sectores de alta tecnología retrocediera un 3,5% mientras que las importaciones aumentaban un 4,7%, lo que constata que la demanda nacional se cubre cada vez en mayor medida con compras al exterior.
En definitiva, la modernización de la estructura productiva española es condición necesaria para paliar la pérdida de competitividad ligada al aumento de diferenciales de inflación y costes.
Yolanda Fernández y Edita Pereira son del Grupo Analistas Financieros Internacionales.
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