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Se disparan las ventas de artículos de supervivencia nuclear

Enric González

El miedo a la radiación nuclear desapareció con el fin de la guerra fría. Los refugios construidos para resistir los ataques de la Unión Soviética se convirtieron en bodegas y trasteros, y las reservas de agua y comida se consumieron o regalaron. Pero el miedo al artefacto atómico ha vuelto, y con él las ventas de refugios prefabricados, contadores geiger y píldoras de yoduro de potasio contra el cáncer de tiroides, una de las consecuencias más frecuentes de la exposición a la radiactividad.

'Entre el 1 de enero y el 11 de septiembre de 2000, facturamos 300.000 dólares; entre el 12 de septiembre y hoy mismo, hemos vendido por valor de siete millones de dólares. El negocio se ha disparado', comenta Stephen Aukstaklnis, propietario y director general de Two Tigers Radiological, una empresa productora de artículos de supervivencia en caso de emergencia nuclear, comercializados a través de Internet.

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Lo que más pide la clientela son las píldoras. El Gobierno estadounidense ha almacenado grandes reservas de yoduro de potasio y promete que las distribuirá masivamente en caso de ataque con una bomba sucia o un artefacto atómico, pero el público no parece convencido. Los frascos de Two Tigers, con 200 pastillas de 65 miligramos al precio de 28 dólares, se venden como rosquillas. El contador de radiactividad, sumergible y con una batería que dura (según el fabricante) 150 horas, se ofrece por 250 dólares y es también un éxito.

Tanto las píldoras como el contador son objeto de una especial demanda en los Estados de Nueva York, Nueva Jersey, Virginia y Maryland y en el Distrito de Columbia. Es decir, en las ciudades de Nueva York y Washington y en sus zonas de influencia. Los estadounidenses parecen tener muy claro cuáles son los objetivos del terrorismo.

El refugio nuclear, diseñado por el Instituto de Ciencia y Medicina de Oregón (proveedor habitual del Pentágono), se entrega ya fabricado (un gran tubo de acero de color naranja) y listo para ser enterrado en el jardín. Quizá por su precio, 3.200 dólares, sólo 'un puñado de familias cada mes', según Aukstaklnis, adquieren el refugio.

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