Duelo esquizofrénico
Uruguay igualó un 0-3 ante Senegal y se quedó a un gol del pase
Un gol, apenas uno, separó a Uruguay de los octavos. Y no sólo le impidió la clasificación, sino entrar en la historia con una remontada épica en un duelo esquizofrénico. Senegal, segundo del Grupo A, tras Dinamarca, estuvo a punto de tirar a la basura un 3-0. Por coraje, agallas y amor propio, los suramericanos, a los que únicamente les valía la victoria, templaron el marcador en el segundo tiempo. Merecieron el cuarto tanto y hasta el quinto. Pero el infortunio y la precipitación, frutos de la angustia, les echaron del campeonato y dejaron en tierra a los africanos, que jugaron a la ruleta y casi se arruinan.
Los debutantes senegaleses tardarán en sacudirse el susto. Su segundo periodo fue esperpéntico. Se dejaron llevar por la marea uruguaya, incapaces de sostener dos segundos la pelota, con una defensa patética que lo mismo se colgaba del larguero que daba dos pasos al frente con cada cual a su aire. Quisieron paladear sin más su ventaja, una diferencia sideral para lo que habían expuesto.
Fue Diouf quien frenó la tromba inicial de Uruguay. Al contrario del partido inaugural, su aparición no fue brillante, sino tramposa. Montero pifió una cesión a Carini y éste, acosado por Diouf, se ocupó con mimo de ni soplarle. Pero su rival se desmayó y Wegereef, un lamentable árbitro holandés, picó.
Aturdido Uruguay, el segundo gol de Senegal llegó sin remedio. Diouf y Camara, delanteros diabólicos, hábiles y velocistas, cosieron un contraataque que resolvió Bouba Diop. El enganche de los africanos, que ya había golpeado así a Francia, es un llegador poderoso con una pegada seca. Un rematador contundente que lo mismo se perfila con la derecha, como en el segundo gol, que con la izquierda, como minutos después en el tercero. De nuevo irrumpió por el callejón central. Los uruguayos no se dejaron esta vez sorprender. Dieron una zancada adelante y Bouba marcó en fuera de juego sin que el asistente se enterara de nada.
Con todo en contra, Uruguay, que no tiene ilustrados, pero había llevado la iniciativa, se vio sepultada en un cuarto de hora. Pero, lejos de aceptar su destino, Víctor Púa tocó la corneta y dio salida a Forlán y Morales, dos delanteros que sumar a Recoba, Regueiro y Darío Silva. Un pelotón de ataque que hacía presagiar lo peor si el adversario exprimía sus dos rápidos puñales. Ocurrió lo contrario. Senegal se esfumó, perdió el hilo y se complicó la vida. El tempranero gol de Morales subió la adrenalina de Uruguay, que le zurró por todos los lados. Morales era el techo en el área; Regueiro y Forlán, por los costados, ganaban todos sus duelos, y Darío Silva mordía las yugulares.
El gran gol de Forlán, que desde fuera del área acunó la pelota con el pecho y luego, sin que cayera, la colgó de la red con un estupendo disparo, acentuó la tormenta uruguaya. En plena efervescencia, con los senegales en coma, el propio Forlán falló un gol sencillo, como antes le había sucedido a Silva. Y como le ocurrió a Morales, ya con el 3-3 tras otro penalti soñado por el torpe colegiado.
Hacía segundos que Recoba, fuera de órbita todo el torneo, había acertado con el castigo compensatorio. Sylva, el portero senegalés, perdió la cabeza en una patosa salida. El rebote le fue a Varela, que disparó con Sylva aún buscando un plano de su portería y la pelota fue rechazada sobre la raya por un defensa. El balón quedó suspendido en el aire con el gigantón Morales de por medio. Era gol, sin duda. No había otra solución. Pero Morales falló el cabezazo a placer y Uruguay, el viejo campeón mundial, se quedó sin aliento. Lo recuperó Senegal, segundo equipo africano que en su debú supera la primera fase. Pero esta vez fue por un milagro en el que puso muy poco de su parte.
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