Senegal se hace de oro
Los africanos derrotan a Suecia gracias a un gol en una prórroga intensa, reñida y sublime
El fútbol no distingue alcurnias, así que Senegal, un principiante, el nuevo fenómeno africano, se llevó por delante a Suecia, el verdugo de Argentina, tras un partido excitante que se cerró con un gol de oro allá por el minuto 103, con toda la muchachada asfixiada por el sofocante calor húmedo que chorrea por el sur de Japón. Una victoria con la que Senegal alcanzó por ahora el techo de un país vecino en un Mundial: los cuartos de final, como lo lograra Camerún en 1990. Al igual que aquel inolvidable equipo que lideraba Roger Milla, esta selección senegalesa tan afrancesada destila la misma frescura, la misma alegría y brillantez. Tiene, además, al Milla del momento. Se llama Diouf y llegó al torneo asiático con el premio de mejor jugador africano del año. Sus votantes lo bordaron y, tras su encuentro ante los suecos, le debe quedar un cuarto de hora en el modesto Lens.
Si Camara puso los dos goles, Diouf fue el mejor envoltorio de un partido fenomenal, intenso, vibrante y con detalles técnicos exquisitos. De lo mejor que se ha visto, en un torneo tan dislocado que los debutantes Senegal o Japón, o bien Turquía -que sólo estuvo en la cita de 1954 y gracias a un sorteo- serán uno de los cuatro semifinalistas.
Desde luego Senegal, o Francia B, como nostálgicamente la recuerdan ahora por los alrededores de París, se lo ha ganado. No sólo por su inesperada bofetada a los amigos de Zidane. Su primer tiempo ante Suecia fue magnífico. El temprano gol de Larsson abrió el festival africano. La pelota iba y venía por el camino correcto, con los nórdicos chupando rueda en toda la maldita cancha, con el piso como un paisaje lunar. Ni por esas se frenaron los senegaleses. Sobre todo Diouf, que jugó a las canicas con los suecos. Se retrasaba unos metros, cosía el balón al pie y empezaba el espectáculo: un amague por aquí, una frenada por allá; que me voy, que me quedo, que me he ido...
Cuando los rivales, hartos de tanta coña, aguantaban la posición sin balanceos, entonces la cosa era más vergonzante: con el centro de gravedad mucho más bajo que los pivotes suecos, Diouf tiraba un cañito y tema resuelto. A Senegal sólo le faltaba la recompensa. La manzana cayó tras una maniobra perfecta de Camara, que amortiguó la pelota con el pecho, con un regate mandó a hacer gárgaras a los centrales y la dejó en la red.
Senegal había pasado por encima de los suecos, aun sin los titulares Fadiga y Diao, sancionados. Sin embargo, no supo sobreponerse a la lesión de Malick Diop, el rocoso central. Un incidente que cambió el curso del partido.
Soderberg, el seleccionador sueco, dio a carrete a Andreas Andersson e Ibrahimovic, dos pertiguistas. Sin Malick Diop, Coly, el lateral derecho, se situó de central y a Suecia le funcionó su operación altura. Andersson e Ibrahimovic ganaron el cielo en cada jugada. Al rechace acudía Larsson, y si no Svensson, el media punta, el de mayor clase. Senegal mantuvo el tipo, pero todo le costaba el doble. A Diouf y a todos. El calor sofocaba y el encuentro se agrietó en las dos direcciones, sin tregua, con las dos porterías amenazadas. Y con perlas inolvidables también en la primera prórroga del campeonato.
Con las gargantas secas y la soga al cuello, fueron trece minutos sublimes: Svensson, de espaldas a portería, cabalgó sobre la pelota con una y otra pierna, se dio media vuelta y la estrelló en el poste. Acto seguido, Larsson, que había tomado la matrícula de Diouf y compañía en el primer tiempo, le hizo un caño de espaldas a Daf, que le hacía cosquillas junto a un banderín del córner. Sin más, resucitó Diouf, cómo no, que vengó a su compañero con otra colada entre las piernas de Mellberg. Y, por si faltaba alguien en el baile, volvió Camara, el más enchufado ante el gol. No hubo cañito, pero sí una pared estupenda con un compañero, que se la devolvió de taco. Camara se lo agradeció con el gol más rico de la historia de Senegal. Oro puro.
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