La estrella invisible
El sueco Larsson es una figura inadvertida debido a que juega en Escocia
Si uno se pasea por las librerías de Glasgow, descubre a primera vista que las secciones de deportes tienen un rey absoluto: Henrik Larsson, sueco de 30 años, delantero del Celtic, jugador desequilibrante, mulato -hijo de madre sueca y padre de Cabo Verde-, dotado de una intución extraordinaria para el gol. Rápido, aunque no demasiado. Potente, pero no especialmente. Habilidoso, sobre todo. Y muy técnico. Atentos hoy al partido ante Senegal. En el club de los católicos de Glasgow, Larsson se ha ganado a pulso un lugar de honor en su imaginario: contribuyó a conquistar, en 1998, una Liga que se resistió durante un decenio; fue Bota de Oro en 2001; marcó 53 goles en las competiciones del pasado ejercicio; y ha dotado de un toque de distinción al rudimentario fútbol escocés.
No es extraño, por tanto, que la bibliografía dedicada a él sea extensa. Por citar dos casos: 'Henrik Larsson. A Season in Paradise [Una Temporada en el Paraíso]' le dedica 192 páginas; mientras que 'You are my Larsson' [Tú eres mi Larsson], 154. Claro que el delantero sueco ha cumplido con todos los requisitos escoceses para convertirse en un héroe. También ese grado de sufrimiento que supuso superar en 1999 una gravísima lesión -la rotura de una pierna- que hizo temer por su retirada. Se recuperó en siete meses y volvió a ser el de siempre: un goleador implacable. En plena lesión, el Celtic decidió renovarle por cuatro temporadas, y le puso un salario disuasorio para los clubes rivales. El Valencia, por ejemplo, preguntó hace unos meses su precio al presidente del Celtic, pero, tras enterarse de lo que cobraba, miró hacia otro lado.
Fuera de Escocia, Larsson es, en cierto modo, un jugador invisible. 'No tiene el crédito que merece debido a que juega en Escocia. Es injusto', se queja su compañero en la selección Ljunberg, el centrocampista del Arsenal que tan brillante campaña ha realizado en el club londinense. Desde que salió de su Helsinborg natal, Larsson optó por equipos de ligas menores -como el Celtic-, o clubes de poco peso -como el Feyenoord, donde pasó cuatro años antes de marcharse a Glasgow-.
Y ahora, con dos goles en la primera fase, llega a la Copa del Mundo en un momento de madurez. Es uno de los supervivientes del Mundial de Estados Unidos, en 1994, cuando aquel chaval melenudo -ahora rapado al cero- marcó uno de los cuatro goles que le endosó Suecia a Bulgaria en el partido por el tercer y cuarto puesto. Era un jovencito impetuoso que se disputaba la titularidad con una delantera de lujo: Kenneth Andersson, Brolin y Dahlin.
Desde entonces, Larsson ha demostrado a menudo su buen gusto. Tiene un hijo de cuatro años al que le dio el nombre de Jordan en homenaje a la leyenda del baloncesto. Su equipo preferido es el Liverpool y su futbolista predilecto, Del Piero.
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