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LA CRÓNICA
Columna
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Que 16 años no es nada

- Resumen de lo publicado. Las Malvinas las descubrió un barco de Magallanes, un barco de Sarmiento, un barco de Cavendish o un barco de Byron. Nadie se aclara. Es importante saberlo, pues si el primero que las divisó era español, las islas son argentinas. Si no, pues inglesas. En todo caso, desde el siglo XVI, las Malvinas han sido españolas, francesas, británicas, argentinas y de los pingüinos. En 1982, la dictadura argentina estaba gagá y mi primo argentino cursaba letras. En eso, el rector de su uni mandó por megafonía formar a los estudiantes en el patio. Les lanzó un discurso. Discurso: que la madre patria había recuperado las irrenunciables islas Malvinas, etcétera. Acto seguido el rector y todos los estudiantes empezaron a cantar el himno nacional, una ventaja de los himnos con letra. Los países con himnos sin letra han de recurrir en ese trance a criticar a gritos pastorales de obispos. Unos cuantos estudiantes no cantaron el himno. Invirtieron ese tiempo en mirarse con cara de terror. El terror: un día hablé con un piloto argentino que voló en las Malvinas. Me describió un combate. Para explicar que una bala británica le había reventado el fuselaje, dijo: 'Miré el ala y vi una rosa', lo que remite al verso 'y una rosa de sangre adornaba su cuerpo', con el que se describe, a su vez, una muerte por arma blanca en Martín Fierro. De lo que se deduce que aquella guerra fue como Martín Fierro: un canto triste a la derrota. Tres años más tarde, después del terror, las selecciones argentina e inglesa coincidían por primera vez en un partido del Mundial. Era el primer partido entre ambas selecciones con posterioridad a la guerra de las Malvinas. El partido, vertebrador de una violencia antigua, fue un Barça-Madrid planetario. O el primer partido de Rollerball de la historia. Pasó a la historia por tres razones. A saber: a) ganó Argentina, b) Maradona marcó el mejor gol que tal vez se ha marcado jamás -el famoso gol de Maradona contra Inglaterra- y c) Maradona marcó el peor gol que tal vez se ha marcado jamás -con la mano, el famoso gol de la mano de Dios-. Un día me encontré con Maradona de morros. Le pregunté cuál de sus dos manos era la mano de Dios. Me dijo: 'La del Rolex'. Llevaba un Rolex en cada mano. Dios debe de ser un tipo extraño. Ignora cuántas manos tiene o dónde están las Malvinas.

Un día le pregunté a Maradona cuál de sus dos manos era la mano de Dios. Me dijo: 'La del Rolex'. Llevaba uno en cada mano.

- Barcelona, Inglaterra y Argentina. Partido Argentina-Inglaterra. Mundiales del 2002. Barcelona, una ciudad con una gran presencia británica y argentina. Los brits tienden a concentrarse en un pub, el Fastnet, en la Barceloneta -hay muchos ingleses que viven todo el año al lado, en algún barco atracado en el puerto-. Hoy muchos de ellos no se acercan por ahí. Los propietarios del pub son irlandeses y, si gana Argentina, el pitote puede adquirir proporciones del motín de 1917. Los argentinos -en los dos últimos años ha venido una nueva oleada de jóvenes argentinos; son universitarios, trabajan de camareros, tienen hambre de gol- se reúnen en otro pub, el Bristol, en Gràcia. En otro bar, el 12 + 1, en la Villa Olímpica, parece ser que se reunirá un gran contingente de argentinos y británicos. Se trata de un bar grandioso, con chorrocientas pantallas de televisión, en el que, desde que se inició el Mundial, se han ido reuniendo las hinchadas de todos los países que han ido jugando. En ese trance, el local parece el bar de Star Wars. Bueno. Inglaterra-Argentina. Voy para allá. En el momento en el que llego hay cuatro gatos ingleses, en un rincón. Mucho diseñador. Y un par de centenares de argentinos. Con camisetas. Prima el argentino rubio -Chilavert, ese diplomático: 'Argentina es la América rubia'-. Más pijos que barras bravas. Las barras bravas no salen de Argentina. En general, no salen de su barrio. De lo que se deduce que la violencia, en el fútbol o en el World Trade Center, quizá consiste en saber que nunca saldrás de tu barrio. Mucha chica argentina. Las chicas argentinas: a) no acostumbran a ir al fútbol, donde si van los mamporreros de los sindicatos peronistas, que rompen los escaparates de Buenos Aires después de cada partido o mani sindicalista, y b) cuidan mucho, glups, el final de su espalda, que parece diseñado por un Dios caprichoso. Que usa dos Rolex y siembra el mundo, los aviones y los cuerpos de rosas. Empieza el partido.

- El fútbol es un fósil sentimental. Justo en ese momento, el propietario coge el micro y empieza a vociferar. Que si gritan, desconecta el partido. El propietario, un tipo que -todo apunta- se formó en hostelería en un bar de legionarios, Larache, 1923, cuadra a la hinchada argentina. Ahora sí, empieza el partido. Sin cánticos. Hablo con Guillermo, argentino. Tenía 15 años cuando el gol de Maradona. Ese día en Argentina fue como en EE UU el día en que mataron a J. F. K. Todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo. Él practicaba la juventud con unos amigos. La electricidad del momento fue tanta que, cuando se encuentra con aquellos amigos, aún persiste algo de aquella mirada. Me habla de la Argentina, de las Malvinas y de ese partido como el único recuerdo de una victoria, cualquier tipo de victoria, que ha vivido. Hablo con Patrick, un inglés. Vio el gol de Maradona en 1986, en un barco sobre el Támesis, en el que vivía. Tenía 20 años. El gol fue bello y humillante, lo cual es una buena definición de la belleza. Recuerda el partido. Recuerda todos los Inglaterra-Argentina. Recuerda la rivalidad. Pero no tiene ningún recuerdo de las Malvinas. 'Lo único que recuerdo es que aquello eternizó a Thatcher, ¿no?'. Gol de Inglaterra. Una inglesa aplaude. La tristeza argentina, en forma de cánticos, impide oír la alegría inglesa. Miles de minutos después, finaliza el partido. Derrota argentina. Otra.

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