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Reportaje:

El fotógrafo 10 de la zona cero

Steve McCurry, autor de la instantánea de la niña afgana del 'National Geographic', muestra su 11-S en Sant Feliu de Guíxols

Los ojos verdes de una niña afgana que encajaba en los cánones de belleza occidental convirtieron a Steve McCurry en un fotógrafo célebre. Su portada del National Geographic dio la vuelta al mundo y la búsqueda de ese rostro, desfigurado por 17 años de padecimientos, ha centrado también un reciente reportaje donde la supuesta trama detectivesca no puede esconder el interés morboso de la iniciativa. Desde mi perspectiva, el filme sobre el 11 de septiembre que se proyectó el sábado en el 9º Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente de Sant Feliu de Guíxols (Girona), se presenta como el reportaje del multipremiado e intrépido fotógrafo -avezado a recorrer el mundo para cazar exotismo y miseria- que de pronto se encuentra con el material más impactante de su vida en la ventana de su propio estudio. 'Cuando vi las torres en llamas me sentí como si acabaran de asesinar a mi mejor amigo', confiesa McCurry. El reportaje, de 25 minutos, convierte al fotógrafo en protagonista, le muestra ajetreado con sus cámaras y llega incluso a dramatizar a cámara lenta -al estilo reality show- el momento en que le avisan del atentado y sube a toda prisa a la azotea de su edificio, a 400 metros de las Torres Gemelas, decidido 'a fotografiar para la historia el acontecimiento'. 'Él se ha enfrentado a las cárceles paquistaníes, a la caída de un avión..., bombas, balas, monzones y sequías. Nada lo detiene', proclama el reportaje. La 'perspectiva' de McCurry no difiere de las ya conocidas, ni tan siquiera cuando acude a una mezquita de Nueva York para fotografiar a los musulmanes.

McCurry se mueve en el territorio de lo políticamente correcto. Cuando se le pregunta por los bombardeos de EE UU sobre Afganistán, mantiene que el error debe atribuirse a la comunidad internacional, que abandonó el país a su suerte cuando los rusos se retiraron en 1992. Afirma que no existió ni censura ni autocensura en la inexistencia de imágenes de las víctimas del 11-S. 'Todo se desintegró, sólo quedaban diminutos pedazos de carne que era imposible identificar como partes de un cuerpo', afirma. Justifica con dos razones el bloqueo de la zona: el 'instinto animal' de los bomberos para proteger a sus compañeros muertos y el hecho de que la denominada 'zona cero' debía ser acordonada porque no dejaba de ser 'la escena del crimen'.

McCurry piensa que quizá la policía tenga fotografías sangrientas como las que nos llegan de otros conflictos, aunque duda que salgan a la luz. Luego, niega que el ataque hiciera aflorar su sentimiento nacionalista. 'Se trataba de un ataque a mi vecindario que podía haberme tocado a mí', mantiene. En el reportaje Niña desaparecida: misterio resuelto, también proyectado en Sant Feliu, se muestran los pilares de un estilo más atento a la fascinación del exotismo de las formas y los colores de los países remotos que al origen de sus injusticias y desigualdades. El filme dramatiza con detalle los antiguos padecimientos de la bella niña afgana -convertida ahora en avejentada esposa oculta tras un burka- a causa de los ataques incruentos de las tropas soviéticas. Gracias a las avanzadas técnicas de reconocimiento del iris de los agentes del FBI, un cuerpo estos días en entredicho, puede confirmarse que se trata de la misma mujer. En el reportaje casi ni se mencionan las bombas americanas que caen sobre Tora Bora -supuesto escondrijo de Al Queda y lugar en el que ahora vive la madre de ojos verdes- en el momento en que se graba el reportaje. El fotógrafo hubo de desmentir una vez más en Sant Feliu el bulo periodístico según el cual la niña afgana se convirtió en profesora de inglés de los hijos de Bin Laden. 'Lo publicó un diario respetable como The Observer, pero es ridículo; es casi analfabeta y sólo habla pastún', recordó el fotógrafo.

A pesar de que Steve McCurry ha cubierto muchas zonas en conflicto -Yugoslavia, Beirut, Camboya, la guerra del Golfo o Afganistán-, no se considera un fotógrafo de guerra. Afirma que sus fotos giran en torno a las personas. Desde la imagen de la niña afgana se ha dedicado más al retrato: 'Busco ese momento de indefensión, cuando es posible avistar su alma, las experiencias que marcan el rostro de una persona'.

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