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Reportaje:

Internados como presos

El Defensor del Pueblo denuncia las deficientes condiciones de los centros de internamiento de extranjeros

Carlos E. Cué

Oficialmente, no son presos, sino internos. Tampoco delincuentes. Sólo tienen un problema administrativo. Pero están encerrados en condiciones peores que las de algunas cárceles: las visitas de sus familiares duran un máximo de diez minutos, hay mamparas de cristal, apenas ven la luz del día y cuando tienen que ir al hospital les ponen esposas.

Ésta es la situación que se vive en los centros de internamiento de extranjeros, según la memoria del Defensor del Pueblo correspondiente a 2001, que los visitó durante el año pasado. Sus reclusos tuvieron mala suerte: no tienen papeles y la policía los localizó, así que están a la espera de su expulsión. Ése es el 'problema administrativo', como lo define el Defensor. Pueden estar allí hasta 40 días, a la espera de que los echen de España.

Las visitas duran diez minutos, apenas ven la luz del día y los llevan esposados al hospital

La insitución recorre uno a uno los problemas de cinco centros, más el de Fuerteventura, que en realidad está funcionando como uno más. Todos dependen del Ministerio del Interior. La conclusión es demoledora: ninguno reúne las condiciones necesarias para albergar a estas personas, 'que en modo alguno deben ser criminalizadas'.

- Sin cepillo y con pocas duchas.Las condiciones de higiene son críticas. En Moratalaz (Madrid)se puede albergar a 150 personas en los sótanos de unas dependencias policiales. Pero sólo hay seis duchas y dos inodoros para los hombres y cuatro duchas e inodoros para las mujeres. Sólo hay jabón a granel, nada de champú, cepillo ni pasta de dientes. En La Verneda (Barcelona), los internos dicen que ni siquiera les da tiempo a asearse, porque sólo les dejan una hora para ello después de la siesta. Es imposible que 120 personas, con cuatro duchas, puedan lavarse en una sola hora. En el Antiguo cuartel de Zapadores, en Valencia, las toallas se lavan una vez por semana.

- Sin médicos. Los internos de Sangonera La Verde, en Murcia, no disponen de médico que atienda sus enfermedades. Ni siquiera asistentes social. Así que cuando tienen el problema más ínfimo, hay que llevarlos al hospital. El traslado se hace en el coche de la policía con el interno esposado, aunque la ley insiste en que no se trata de un delincuente. Y son los propios policías los que dispensan a los extranjeros el tratamiento fijado por los médicos. En Madrid el Defensor llega a hablar de 'absoluta falta de medios sanitarios', y se comenta que sólo hay medicinas básicas.

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- Visitas cronometradas. En el centro de Madrid las visitas son estrictas: un máximo de diez minutos. El argumento que ofrecen los funcionarios es que la cantidad de peticiones hace imposible ampliar esos tiempos. En Murcia se han acercado aún más al sistema carcelario: ponen mamparas de cristal entre el interno y su familiar. El Defensor recuerda aquí que no son delincuentes, y mucho menos peligrosos.

- Horarios y sensación de cárcel. Las mayoría de las instalaciones, como las Madrid y Barcelona, están en los sótanos de dependencias policiales. En Madrid se llega al extremo de que los internos 'raramente ven la luz del día durante su internamiento'. Todos los centros tienen patios, pero la mayoría están cubiertos por uralitas, lo que 'produce un efecto de encarcelamiento'. A ello se suman los estrictos horarios de uso. En Madrid se habla de 'escasos momentos', el patio de Barcelona es de 'mínimas dimensiones', y en Murcia sólo se puede salir durante una hora al día, mientras limpian las celdas.

- Comidas deficientes. La mayoría de los internos se quejan de las comidas. Los intentos por adaptarlas a sus gustos son a veces bastante torpes. En Barcelona sólo había un menú sin carne de cerdo, pero el Defensor pudo comprobar que en ese momento no había ningún ciudadano de origen árabe.

- Sin mujeres para las internas. En el centro Barranco Seco, en Las Palmas de Gran Canaria, donde había 18 subsaharianas en el momento de la visita, el Defensor no encontró a ninguna funcionaria que las atendiera. Algo similar pasa en el Antiguo cuartel de Capuchinos de Málaga, uno de los más polémicos pero que este informe no analiza porque estaba de obras en 2001.

Especial mención se hace al centro en el aeropuerto de Fuerteventura, donde las medidas de higiene y la calidad y tamaño de las instalaciones impiden una 'estancia digna'.

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