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Columna
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20-J: cuartos de final

La convocatoria de huelga general ¿ha sido la consecuencia de la reforma del desempleo o existía ya la decisión de convocarla y se le ha buscado un motivo? En favor de esta segunda hipótesis se invocan tres razones: que los sindicatos necesitan llevar a efecto de vez en cuando una huelga para dar verosimilitud a sus amenazas; que, tras la crisis en la cúpula de CC OO, Fidalgo necesitaba desmentir con hechos las acusaciones de entreguismo; que UGT y CC OO tenían interés en responder a los socialistas que les reprochaban haberle montado cuatro huelgas generales a Felipe González y ninguna a Aznar.

A González le organizaron la del 14-D justo al cumplirse seis años de gobierno socialista, los mismos que ahora lleva gobernando el PP, y en ambos casos, coincidiendo con el último mes de un semestre de presidencia española de la UE. No es el único paralelismo. En vísperas del 14-D, el dirigente de UGT José María Zufiaur reprochaba al Gobierno socialista su empeño en oponer subsidio a empleo y en acusar a los sindicatos de estar amparando a vagos que no querían trabajar. También se les acusaba de no reconocer la legitimidad del Gobierno salido de las urnas. El ex ministro Solchaga, por su parte, ha recordado (El final de la edad dorada, Taurus, 1997) que la huelga fue el resultado del empecinamiento del Grupo Parlamentario Socialista en defender el plan de empleo juvenil (que no era una prioridad del Gobierno) y de la exigencia sindical de retirada total del plan, sin aceptar negociar su contenido.

También ahora se han juntado el hambre y las ganas de comer. El empeño de sacar adelante la reforma del desempleo obedecería, según expertos laboralistas, a razones más ideológicas que lógicas: el fraude existe, pero es de poca entidad y no justifica un conflicto. Hay cierta contradicción en la argumentación gubernamental de que en seis años se ha creado más empleo que en los 20 anteriores y que el mercado de trabajo español es el más ineficiente del mundo occidental. El crecimiento equilibrado -sin inflación- de estos años ha tenido mucho que ver con la moderación salarial garantizada por la concertación social. Había margen para una negociación de contrapartidas al aval sindical a la reforma. Pero el planteamiento ideológico, incluyendo la presentación de las prestaciones como si fueran financiadas por los Presupuestos del Estado, y no por las cuotas de los futuros parados, proporcionó a los sindicatos el pretexto que buscaban y, una vez que lo tuvieron, consideraron preferible la huelga a una marcha atrás del Gobierno. Los movimientos de última hora para flexibilizar los recortes -reducción de 50 a 30 kilómetros de la distancia de movilidad obligatoria, etcétera- con que el ministro de Trabajo esperaba retomar el diálogo llegaron tarde. Los sindicatos sólo negociarán después de la huelga: tras haber dado verosimilitud a su amenaza.

Y tras haber echado una mano a la izquierda. Aznar se las ha arreglado para situar en el centro de la agenda política temas (terrorismo, inmigración, seguridad) que son relativamente ajenos al eje izquierda / derecha, lo que ha dificultado la estrategia de la oposición. El conflicto con los sindicatos, y precisamente en torno al desempleo, ha roto ese espejo. La última victoria de González, en 1993, se gestó el día en que puso en evidencia, en el debate televisivo con Aznar, que el programa del PP carecía de propuesta alguna sobre prestaciones de desempleo en un momento en que el paro crecía vertiginosamente.

Solchaga también recuerda que el año del 14-D fue el de mejores resultados económicos de la década, con alto crecimiento y la menor inflación en 20 años. Pero el giro social que exigieron las centrales por el éxito de la huelga invirtió esa dinámica y agravó los efectos de la recesión que se inició en 1992. El intento de nueva huelga general contra la reforma laboral de 1994, en plena crisis, se zanjó con un fracaso del que las centrales tardaron años en recuperarse. Intentar reforzar la representatividad mediante movilizaciones generales tiene riesgos. La credibilidad de los sindicatos ante la huelga depende ahora, más que del número de participantes, de que demuestren ser capaces de sacarla adelante respetando los servicios mínimos y sin que los piquetes sean el argumento decisivo. Para que el 21-J pueda celebrarse en paz la cumbre europea de Sevilla (y la victoria de la selección española en cuartos de final).

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