Los secretos del 'martirio' del Papa
Juan Pablo II mantiene sus viajes, pero sin descartar su dimisión, que puede estar ya recogida en una carta dada a su secretario
En el Vaticano se vive al día en estos momentos. Las altas jerarquías de la Curia Romana toman las decisiones imprescindibles para mantener en marcha la poderosa maquinaria de la institución. La Iglesia católica atraviesa periodos cíclicos de torpor, coincidiendo, normalmente, con el final de los pontificados, pero esta vez la incertidumbre de una etapa de fin de reinado está agravada por la insólita personalidad de Juan Pablo II.
El Papa polaco no quiere morirse en la cama de sus aposentos en el palacio episcopal. No quiere agonizar entre las cuatro paredes de su dormitorio circundado de intrigas. Su destino de Papa mensajero, misionero para unos, gran actor para otros, le lleva a seguir planificando viajes apostólicos por el mundo aunque las piernas, atenazadas por la artrosis, no le sostengan ya. Aunque la saliva se le acumule en la garganta y le impida pronunciar palabra y los músculos se nieguen a sostenerle la cabeza. Cardenales de su séquito, obispos y expertos en el entramado vaticano coinciden en asegurar que el Papa seguirá viajando aun en estas condiciones penosas.
El Papa no se detiene y cuando alguien plantea dudas por motivos de salud es corregido
¿Qué hará cuando le falte definitivamente el habla, cuando no pueda estar en pie? Muchas voces autorizadas dan por hecho que existe una carta secreta, entregada por Karol Wojtyla a su secretario personal, Stanislaw Dziwisz, sin fecha, en la que se aborda el espinoso tema de la dimisión.
José María de Vera, director de prensa e información de la Compañía de Jesús, en Roma, considera 'verosímil' que exista tal misiva, basándose en la experiencia de los jesuitas. 'Es costumbre en la Compañía que el Padre General deje una carta cerrada a su secretario personal en la que da disposiciones sobre las medidas a tomar, caso de caer en estado de coma', explica De Vera. Una medida de precaución más que razonable, porque en instituciones guiadas por una persona que ocupa su cargo de manera vitalicia no existe otro medio de prevenir esta clase de problemas.
El Código de Derecho Canónico, que se ocupa con detalle de la sucesión en caso de sede vacante, no prevé ninguna medida concreta por pérdida de las facultades mentales del Papa. Ni siquiera está claro quién sería el encargado de tomar una decisión si se llegara a este punto. A falta de leyes canónicas, es razonable pensar que el Pontífice haya decidido por sí mismo lo que se debe hacer si se presentara la ocasión. La existencia o no de ese testamento secreto divide, no obstante, a expertos y prelados.
El escritor y entrevistador del Pontífice, Vittorio Messori, próximo al Opus Dei, considera 'que no tendría nada de extraño' que existiera dicha carta. Opinión que comparten otros religiosos citados por la prensa italiana. Elio Guerriero, director de la revista Communio, cree también plausible la hipótesis de la carta testamentaria. Existe un precedente, el del papa Pablo VI, que dejó escrita una carta de este tipo a su secretario personal, en previsión de una situación de invalidez mental. La misiva no llegó a abrirse porque el pontificado de Giovanni Battista Montini tuvo un final normal, con la muerte del Papa en agosto de 1978.
No todos los expertos están de acuerdo en que Wojtyla piense realmente en dimitir. 'Es una posibilidad casi inviable. Sólo hay que pensar en las dificultades de una Iglesia con dos papas', comenta una fuente vaticana. El teólogo del Papa, monseñor George Cottier, rechaza de plano que exista la carta secreta, una hipótesis que, a su juicio, es 'una pura especulación, una fantasía'.
Y, sin embargo, la actividad frenética del Papa, que sigue programando viajes, no está en contradicción con la hipótesis de la carta de dimisión. Wojtyla quiere apurar su propio cáliz y cumplir con la misión que le ha encomendado la Iglesia. Como él mismo ha subrayado: 'Voy a visitar iglesias y naciones lejanas porque forma parte de mi servicio, para promover la unidad de todo el pueblo de Dios'. Al menos mientras la enfermedad de Parkinson que padece se lo permita. Cuando la mente no responda, el Pontífice podría poner en marcha el otro plan, la dimisión.
Mientras el precio a pagar sea el mero tormento físico, Wojtyla seguirá adelante. 'El sufrimiento es, de algún modo, su profesión. Nos muestra que una persona anciana y enferma sigue teniendo significado para el mundo', opina el cardenal alemán Walter Kasper, que ha acompañado a Juan Pablo II en su último desplazamiento a Azerbaiyán y Bulgaria, y que se prepara a seguirle en los viajes futuros. Porque el Pontífice no se detiene. Y cuando alguien se atreve a plantear la menor duda por motivos de salud, es inmediatamente corregido.
En Bulgaria, el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, se permitió indicar que la próxima visita del Pontífice a México y Guatemala no era aún oficial: 'Que se haga o no depende de él, de cómo se encuentre físicamente'.
Ese mismo día, los 60 periodistas que acompañábamos al Papa en el vuelo de regreso a Roma tuvimos oportunidad de comprobar que sus condiciones físicas no son tan penosas como podría deducirse de su voz inaudible, su figura curvada, sus pasos vacilantes. Inesperadamente, fuimos autorizados a pasar uno a uno a la parte delantera del avión, donde viaja el Papa, y a saludarle brevemente. Wojtyla respondió en español, en portugués, en francés y en italiano con sorprendente ánimo.
Al día siguiente, su secretario personal, Stanislaw Dziwisz confirmaba que Juan Pablo II visitará Polonia, como se había anunciado, entre los días 16 y 19 de agosto. Afirmaciones que valen por todas las dudas de la Curia porque Dziwisz, secretario personal de Wojtyla desde los tiempos de Cracovia, es en estos momentos el personaje más poderoso del Vaticano. El único, junto al equipo médico que controla a Wojtyla 24 horas sobre 24 horas, que está en contacto permanente con el Pontífice.
'Dziwisz es el que decide de verdad en materia de viajes', coinciden en señalar diferentes personas conocedoras del entramado interno vaticano, 'porque conoce los deseos del Papa y sabe interpretar lo que realmente quiere'. Que no es otra cosa que reencarnar el martirio de Jesucristo, a tenor de su obsesión mística y de los excesos físicos a los que se somete.
El arzobispo de Ciudad de México, cardenal Norberto Rivera, lo ha explicado claramente: 'El Santo Padre desea gastar su vida proclamando la paz y la concordia, desea gastar su vida anunciando el Evangelio. Es un derecho que tiene toda persona, a gastar su vida en aquellos ideales que considera los superiores'.
Los ideales del Papa y sus deseos de proclamar el Evangelio están estrechamente ligados desde el primer día de su pontificado a las cámaras de televisión. Y esta dimensión escénica que ha convertido a Wojtyla en uno de los personajes más famosos del planeta, es la que se vuelve ahora contra él. Los primeros planos de televisión recogen con despiadado realismo sus gestos de sufrimiento, su decrepitud física. Lo cual tiene sus aspectos positivos, según el obispo Vincenzo Paglia, 'la debilidad y la vejez del Papa, unidas a su sufrimiento, agigantan la altura espiritual y la profundidad de su mensaje'.
El problema es la enfermedad degenerativa que padece que puede, un día, inhabilitarle para gobernar la Iglesia. No todos los especialistas coinciden en el veredicto. El titular de neurología del hospital romano San Camillo, Giovanni Alemà, considerado como una autoridad en la materia ha declarado, por ejemplo, que a tenor de su estado 'el Papa puede seguir asumiendo sus funciones en la Iglesia por mucho tiempo'. En cambio, un reputado geriatra, citado recientemente por el escritor católico Vittorio Messori, era mucho más pesimista. 'El 65% de los enfermos de Parkinson que han superado los 80 años de edad, presentan síntomas graves de déficit cognoscitivo', declaraba. 'En las fases sucesivas, se llega con mucha frecuencia a una cuasi total insuficiencia mental que se indica con el término técnico, crudo pero técnico, de demencia'.
Karol Wojtyla ha cumplido 82 años y a su cuadro clínico hay que añadir todos los problemas de salud que ha tenido a lo largo de su vida. Aunque todos sus colaboradores aseguran que se encuentra en perfectas condiciones mentales, el futuro está teñido de inquietud. Y alimenta las especulaciones sobre la misteriosa carta secreta. El Vaticano se enfrenta a esta situación con la sabiduría que ha hecho de la Iglesia católica una institución milenaria. Es decir, adaptándose a las circunstancias que, en estos momentos, obligan a un prudente vivir al día.
La fuerza de Cristo
El obispo español Julián Herranz, de 72 años, presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, considera que antes de pronunciar ningún juicio sobre el estado de salud del Papa hay que tener en cuenta qué clase de misión es la suya y dónde la ejercita. 'Hay quien ve a la Iglesia como la Fiat o como la General Motors, y a quien la guía como a un ejecutivo, y no como el vicario de Cristo. El Papa es el vicario de Cristo, por eso no debe extrañarnos que reproduzca la imagen de Cristo'.Como otros colaboradores del Pontífice, monseñor Herranz, obispo del Opus Dei, subraya que en el caso del Papa 'están intactas la inteligencia, memoria y voluntad', y no existen dudas de que está en condiciones de gobernar la Iglesia.'El Papa es consciente de que ha recibido de Dios una alta misión y la lleva adelante sin ahorrar esfuerzos, dándonos esa imagen de fidelidad ejemplar'. ¿Y la imagen de sufrimiento que muestran las cámaras de televisión al mundo?'Es cierto que existe el problema de la imagen. Pero el Papa es un hombre contemplativo, que tiene la fuerza de Cristo. San Pablo decía, 'cuando estoy enfermo, más fuerte estoy', se refería a la fuerza de Cristo. Hay que entender el paradigma sobrenatural, y para entenderlo es necesario elevarse desde nuestra lógica a otros niveles'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.