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EL FUTURO DE LA UE

Los países ricos y la consulta irlandesa sobre Niza amenazan la ampliación

La presidencia española teme no concluir el plan de negociaciones

Carlos Yárnoz

La amenaza de que la histórica ampliación de la Unión Europea al Este se retrase más allá de 2004, cobra fuerza semana tras semana. Varios de los principales países contribuyentes netos al presupuesto de la UE (Alemania, Reino Unido, Suecia y Holanda) se niegan a aceptar la propuesta de la Comisión para que los candidatos puedan recibir ayudas directas a sus sectores agrícolas y bloquean la negociación. Además, la posibilidad de que los irlandeses rechacen por segunda vez en referéndum el Tratado de Niza no paralizaría el proceso, pero seguramente lo retrasaría.

La presidencia española de la UE confirma hoy sus temores de que no tal vez no pueda cumplir el calendario de negociaciones con los candidatos (Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Esvolaquia, República Checa, Eslovenia, Hungría, Chipre, Malta, Bulgaria y Rumania). 'Los españoles han hecho grandes avances, pero no han tenido la colaboración de todos', asegura una fuente oficial de la Comisión Europea.

'La ampliación es el gran reto para una Europa unida, pero no quieren soltar dinero'
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A España le correspondió negociar tres capítulos delicados: política agrícola común (PAC), política regional (fondos) y financiación. Sólo el primero se lleva el 40% del presupuesto anual de la UE, que es de 90.000 millones de euros, de los que Alemania aporta el 15%. En enero, la Comisión propuso dedicar 40.000 millones de euros a los países candidatos. Una parte de ese fondo sería destinado a ayudas agrícolas directas, pero sólo recibirían el 100% de lo que les corresponde transcurridos 10 años de su incorporación. Los primeros años sólo recibirían el 25%.

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Los candidatos, con Polonia a la cabeza, protestaron, pero ahora comprueban que los países ricos ni siquiera asumen ese planteamiento. La Comisión, con el apoyo de España y Francia, intenta que acepten al menos el principio de dar ayudas directas, pero no lo logra. La razón es doble. De un lado, quieren reducir más el coste de la ampliación. De otro, prefieren conocer antes la propuesta que este año debe hacer la Comisión para reformar la PAC porque pretenden reducir al mínimo el presupuesto de la misma. 'Predican que la ampliación es el gran reto para lograr una Europa unida, pero no quieren soltar dinero', protesta una fuente oficial de la Comisión.

El canciller Gerhard Schröder, en campaña ante las elecciones de septiembre, ya ha reiterado que Berlín no pondrá más dinero para la UE. Si hasta ese mes no hay avances, sólo quedará un trimestre para cumplir el pacto de concluir las negociaciones este año y acoger en 2004 a los nuevos países. 'Si se deja todo para el final, habrá riesgo de atascos', avisa un portavoz de la Comisión.

Y el atasco tiene más posibilidades de producirse si en Alemania gana las elecciones el conservador Edmund Stoiber. 'No hay ninguna posibilidad de que Alemania aumente su aportación a la UE', ha avisado. Tanto él como Schröder son partidarios de que sean los propios Estados, y no la Unión, los que den las ayudas a sus agricultores, un argumento más para no ceder.

La otra amenaza latente es el segundo referéndum irlandés sobre el Tratado de Niza. La Comisión ya analiza fórmulas para soslayar un segundo rechazo. Consistiría en adjuntar en los tratados de adhesión de cada candidato los principales puntos de Niza, pero en cualquier caso habría un claro riesgo de retraso. Y se prevé una declaración formal sobre el estatuto de neutralidad que reclaman los irlandeses ante la política común de defensa.

Ante este panorama, los líderes europeos aprobarán en la próxima cumbre de Sevilla dos documentos. Uno sobre los compromisos ya adquiridos por los candidatos y otro, de más calado político, para instar a los Gobiernos a fomentar campañas de información sobre la ampliación y sus ventajas. Las encuestas en Francia, por ejemplo, indican que más del 50% de los franceses está en contra de la ampliación.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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