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La fiscalía de Guinea Ecuatorial no logra probar la conspiración

A Julián Michá Eboma la desgracia le viene de 1992, cuando dos de sus patos se metieron accidentalmente en el jardín de Felipe Ondó, principal encausado en este juicio por un supuesto intento de golpe de Estado en Guinea Ecuatorial. Al ir a buscar los animales se topó con la mujer de Felipe, manteniendo una conversación banal. Por ese delito, la fiscalía solicita ocho años de cárcel. Nada mejor es la situación de Salomón Abeso, que lleva dos meses preso por traer desde España un teléfono móvil de parte de la hija de Felipe. O la de Pedro Alobo, al que se le ocurrió firmar el contrato de ese aparato ya que Ondó carecía de dinero; o la de Baltasar Ogono, que fue testigo de la entrega del presente cuando realizaba obras en casa.

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Ninguno de los 20 acusados que ayer subieron al estrado tiene nada que ver con el asunto juzgado en el cine Marfil, de Malabo. Incluso en un par de ocasiones el ministerio fiscal evitó formular preguntas y, cuando las hacía, eran de tal impericia que llegaron a exasperar al presidente del tribunal, Martín Nsú: 'Señor fiscal, si tiene alguna pregunta concreta, hágala de una vez, o pase el turno a la defensa'. La acusación, nerviosa, erró en dos ocasiones citando a personas que ya habían declarado, o equivocando hechos en el cuestionario.

La sesión arrancó casi sin público. La policía estableció un tupido filtro de entrada, en el que se cacheó a los asistentes, retirándoles bolígrafos y botellas de agua. El sargento que se parece a Idi Amín campaba a sus anchas por el cine con una pistola en una mano y las medicinas de Felipe Ondó en la otra. Este Amín vivió su instante de gloria a primera hora, cuando uno de los fiscales llamó a declarar a Gregorio Endong Elá y se descubrió que no estaba presente en la sala y que nadie conocía su paradero. Nsú exigió datos al sargento, que es el custodio de los presos, y éste los prometió en breve sin que llegasen a ser públicos en momento alguno.

Parentesco

Según avanza el juicio oral, y se desciende en el interrogatorio de los procesados menores, se constata que la mayoría de ellos están allí por razones de parentesco o de conocimiento de Felipe Ondó. La fiscalía trata de ahondar en toda contradicción entre lo declarado ante la policía y lo expresado delante del tribunal. Cuando uno de los encausados describió los suplicios, el fiscal general, Antonio Nzambi, lejos de interesarse por el delito denunciado, exclamó: 'Si siguen aduciendo torturas, no tenemos más que preguntar'. Otro de los procesados, un militar en activo, se mostró comprensivo con los que les pegaban: 'Cumplían con su deber en las pesquisas'. Ayer, a diferencia de otros días, los que ya han declarado no recibieron nuevas palizas en el penal. El castigo se limitó a quitarles la comida entregada por sus familiares, dejándoles sin cena ni desayuno.

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Y Radio Malabo, que asiste a otro juicio, dijo en su boletín: 'Según avanza el proceso, las pruebas son más evidentes'.

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